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sábado 23, agosto 2025
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La inmigración del mundo hacia Venezuela: una historia de intercambio cultural, esperanza y arraigo

|| Mariángel  Oyarvez y Rodolfo Gamarra 

Hombres y mujeres que escaparon de guerras, persecuciones y crisis económicas encontraron en Venezuela una “Tierra de Gracia” 

«El Periodiquito» celebra hoy 39 años de historia, pasión y compromiso con la información veraz. Desde su fundación en mayo de 1986, en la Ciudad Jardín de Venezuela, este medio ha sido testigo y voz, no solo de Aragua, sino del resto del país, al consolidarse como un referente de ética, profesionalismo y constancia.

En su aniversario, como es tradición, dedica una edición especial a un tema de impacto social: este año, bajo el nombre «Tierra de gracia«, pone el foco en los ciudadanos del mundo que llegaron al país en busca de refugio y oportunidades.

Hombres y mujeres que escaparon de guerras, persecuciones, crisis políticas, sociales y económicas, encontraron en Venezuela un horizonte de esperanza. A través de esta campaña, el diario invita a reflexionar sobre sus historias, retos y aportes, y reafirma su misión de informar, educar y tender puentes en una sociedad diversa.

Con esta edición, «El Periodiquito» renueva su compromiso de contar las voces que construyen la identidad nacional y refuerza su objetivo de ir “por un periodismo más humano”.

DE PUERTAS ABIERTAS

Durante gran parte del siglo XX, Venezuela se percibía como una nación receptora de inmigrantes. Contrario a experimentar una emigración masiva de sus propios ciudadanos, el país acogió a extranjeros, principalmente de Europa, después de la Segunda Guerra Mundial.

Esta política de «puertas abiertas», impulsada durante la administración de Marcos Pérez Jiménez, buscaba atraer población y mano de obra calificada.

Entre 1948 y 1961, Venezuela experimentó la llegada masiva de europeos. Los grupos más numerosos fueron los españoles, italianos y portugueses, que representaban el 78% del total de inmigrantes documentados.

Se estima que el número total de inmigrantes durante este período, que incluye aquellos sin documentación y niños, pudo haber alcanzado las 800.000 personas en un país que, en 1961, tenía una población de 7,7 millones de habitantes.

LOS HISPANOS

La migración española en Venezuela no solo es un fenómeno demográfico, sino una historia viva que perdura en la identidad de miles de descendientes. Juan Giménez, presidente del Centro Hispano de Aragua, hijo de madre gallega y padre aragonés, relató cómo esta experiencia marcó a su familia y a toda una comunidad que encontró en Venezuela un hogar.

Tras la posguerra en España, miles de familias emigraron en busca de mejores condiciones económicas. Giménez, recuerda que sus padres llegaron por separado en la década de 1950: su madre desde Galicia y su padre desde Zaragoza. «Venezuela les ofreció oportunidades de trabajo y crecimiento como un país en desarrollo», destacó.

Los españoles se integraron en sectores clave como el comercio, la construcción y la agricultura. En Aragua, la comunidad canaria destacó en el cultivo de plátano y cambur, especialmente en zonas como Cagua y Palo Negro, municipios Sucre y Libertador, respectivamente. «Su esfuerzo ayudó a moldear la economía local», señaló Giménez.

La fusión cultural dejó una huella imborrable. «Trajeron su gastronomía, música y tradiciones, creando una identidad única», explicó.

Este legado persiste en generaciones en las que muchos se sienten «venezolanos, pero con un pedazo de España en el corazón».

En los últimos años, muchos españoles han regresado a su país natal, especialmente adultos mayores que buscan atención médica gratuita. Sin embargo, la adaptación no siempre es fácil. «Vinieron jóvenes y, tras décadas en Venezuela, extrañan el calor humano y la vida que construyeron aquí», comentó Giménez.

«Mis padres enseñaron que no hay fronteras para la esperanza». Hoy, su legado sigue vivo, aunque las circunstancias hayan cambiado.

ITALIANOS ENCONTRARON CALIDEZ

Los migrantes italianos enfrentan el desafío de ver a sus nuevas generaciones emigrar de Venezuela, luego de haber proyectado un futuro para ellas en el Caribe. Claudio Di Mauri, presidente de la Casa de Italia en Maracay, narró a El Periodiquito que voló desde Italia hasta Venezuela en marzo de 1989, con 17 años, en busca de nuevas oportunidades.

Aunque nacido en Roma, Di Mauri afirmó que «adora este país». Su primera impresión al llegar a Caracas fue ver los ranchos iluminados. Luego se trasladó a Maracay, capital del estado Aragua, donde encontró «puro campo, puro monte», un territorio sin edificios.

“Yo no hablaba español, fuimos recibidos por un grupo de italianos en La Morita (municipio Francisco Linares Alcántara). De allí viví en Calicanto (Girardot) y estudié el colegio Aragua, y por las tardes visitaba la Casa Italia”, recordó Di Mauri.

Con el tiempo, este joven sagaz, se hizo accionista, estuvo 15 años en la Junta Directiva y en 2024 comenzó su presidencia en la Casa Italia, donde uno de los requisitos del cargo es hablar el italiano.

Claudio destacó la calidez y apertura de los venezolanos. Comparó la relación con los vecinos en las grandes ciudades italianas, donde lo máximo era decir «buenos días», pero en Venezuela, además de saludar, los vecinos “se cuentan un chiste, comparten un café».

Casa Italia, un punto de encuentro social en Maracay
Casa Italia, un punto de encuentro social en Maracay

«SEGUIREMOS AQUÍ” 

Respecto a cómo se sienten los italianos en Venezuela, Di Mauri señaló que «hicieron un futuro, se formaron, invirtieron aquí, sin embargo, muchos de los hijos ahorita no están, hacen vida afuera».

A pesar de las complicaciones económicas y de servicios que afectan cada día, como la fluctuación en el suministro eléctrico en su empresa, él y muchos otros afirman «seguiremos aquí».

La Casa Italia de Maracay cuenta con casi 2.300 acciones, de las cuales un aproximado de 1.000 (43,47%), se traducen en unas cuatro personas por acción, lo que totaliza cerca de 4.000 personas activas que conviven en esta organización.

“En el club conviven diversas nacionalidades, que incluyen árabes, chinos, portugueses, españoles, alemanes y rusos, además de italianos y venezolanos”, afirmó Di Mauri.

 

«Venezuela abrió sus puertas y los inmigrantes fueron acogidos sin reservas». Juan Giménez. 

¿CÓMO LLEGARON LOS ALEMANES?

La historia de los alemanes en Venezuela, específicamente en Aragua, comienza con la llegada a Choroní, estado Aragua, de 389 familias germanas de Badén, una región ubicada en el sureste de Alemania. Estas personas fueron las fundadoras de «La Alemania del Caribe», mejor conocida como la Colonia Tovar, en 1843.

La movilización fue impulsada por el gobierno de José Antonio Páez, ya que fue quien trajo a los inmigrantes europeos, en esa época, que escapaban de las guerras, con el objetivo de repoblar campos y desarrollar las actividades agrícolas y mineras en Venezuela.

De acuerdo con las fuentes, estos colonos, en lugar de desembarcar en La Guaira, llegaron a Choroní, donde cumplieron cuarentena debido a un brote de viruela. Luego caminaron hacia Palmar del Tuy, lugar que hoy se conoce como la Colonia Tovar.

El viaje fue gestionado por el italiano Agustín Codazzi, quien negoció para que Manuel Felipe Tovar donara las tierras donde se fundó “la pequeña Alemania”.

 Los inmigrantes aportaron parte de su cultura a la población local, lo más resaltante es la gastronomía
Los inmigrantes aportaron parte de su cultura a la población local, lo más resaltante es la gastronomía

UNA INMENSA HUELLA

A pesar de que los alemanes fueron “pocos”, en comparación con otras comunidades migrantes como la española, italiana y portuguesa, dejaron una huella cultural profunda en Aragua.

Igor Paiva, vicepresidente del Club Germano de Maracay, explicó que 100 años después los descendientes de estas familias eligieron El Castaño como el sitio ideal para fundar su club, gracias a su contacto con la naturaleza, los pinares y su similitud con los paisajes de la Colonia Tovar.

El Club fue fundado en 1978, por un grupo de alemanes apoyados por socios venezolanos. Entre ellos estuvo el mismo Igor Paiva, quien, tras asistir a un Oktoberfest, invitado por uno de sus profesores, se motivó a involucrarse en el proyecto.

«Este club es la herencia de los socios venezolanos que ingresaron por amor», explicó Paiva, actual vicepresidente.

El proceso de construcción de las instalaciones fue descrito como una «fiesta maravillosa» donde los socios venezolanos y alemanes pagaron cuotas de mantenimiento durante un año, antes de gozar del sitio.

En el presente, la motivación no es la cultura alemana, que, aunque honrada por la directiva, pasó a otro plano, y ahora es el mantenimiento de un “lugar paradisíaco”, que resguarda un pedazo del Muro de Berlín, entregado por el alcalde de la región germana en 1989. Por otro lado, también tiene una biblioteca en la que todos los libros están en alemán.

Durante gran parte del siglo XX, Venezuela se percibía como una nación receptora de inmigrantes
Durante gran parte del siglo XX, Venezuela se percibía como una nación receptora de inmigrantes

VECINOS DE ESTA TIERRA

Uno de los episodios más significativos en este proceso migratorio tuvo lugar durante la década de 1980 y 1990, cuando un gran número de colombianos cruzó la frontera venezolana huyendo de la violencia del narcotráfico y la guerra civil.

Estos inmigrantes fueron recibidos con los brazos abiertos por una población que, en muchos casos, compartía la misma herencia cultural y lingüística. Venezuela, en ese entonces, se afianzó en un destino atractivo para aquellos que buscaban protección y un futuro prometedor.

El Gobierno venezolano, consciente de la situación crítica de sus vecinos, implementó políticas que favorecían la integración de estos migrantes. Se ofrecieron facilidades para obtener permisos de trabajo y acceso a servicios básicos, lo que facilitó la inserción de comunidades enteras en el tejido social y económico del país.

Los colombianos, junto a otros grupos inmigrantes, se adaptaron rápidamente a su nueva realidad, contribuyendo al desarrollo local a través de su trabajo en sectores clave como la agricultura, la construcción y los servicios.

Sin embargo, la llegada de inmigrantes no estuvo exenta de desafíos. A medida que aumentaba el flujo migratorio, surgieron tensiones sociales que evidenciaban la necesidad de fomentar la convivencia pacífica entre venezolanos e inmigrantes. No obstante, muchos venezolanos entendieron la situación de sus compatriotas, reconociendo en sus historias una resonancia personal que fomentó la solidaridad y el apoyo mutuo.

A lo largo de los años, Venezuela continuó siendo un refugio para diversas nacionalidades. En tiempos más recientes, la crisis humanitaria en países como Siria, Haití y Nicaragua ha llevado a un nuevo éxodo de personas que buscan asilo en tierras venezolanas.

En este contexto, la respuesta de la población venezolana ha sido, en general, la misma: ofrecer hospitalidad, compartir recursos y brindar ayuda a quienes enfrentan circunstancias críticas. La figura del «venezolano solidario» se ha vuelto emblemática, demostrando que, a pesar de sus propios desafíos económicos y sociales, la generosidad y el espíritu de comunidad siguen vigentes en esta “Tierra de Gracia”.

LA INTEGRACIÓN 

“Los alemanes fundadores se integraron completamente a la comunidad maracayera y no buscaban aislarse”, explicó Igor Paiva, vicepresidente del Club Germano de Maracay a El Periodiquito.

Los rubios, que en sus inicios tenían su club dentro de una casa alquilada en el callejón Los Cocos, en Las Delicias, ahora, con sede en El Castaño, se convirtieron en fantasmas, pero antes de hacerlo vieron con sus ojos azules el proyecto nacer, de la mano de los venezolanos.

En la actualidad, de 500 acciones, hay alrededor de 206 “activas”, es decir, un 41,2%. Un punto clave es que la mayoría de los socios ya no residen en la urbanización El Castaño.

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