En 1997, Apple se encontraba al borde de la quiebra, acosada por decisiones erráticas, una oferta de productos dispersa y la creciente presión de gigantes como Microsoft. En ese contexto crítico, la junta directiva optó por una medida audaz: reincorporar a Steve Jobs, el cofundador que había sido marginado doce años antes.
Su regreso no implicó únicamente un cambio de liderazgo, sino una transformación radical en la estructura y el propósito de la empresa. Jobs asumió el cargo de director ejecutivo con una estrategia que desarticuló de forma quirúrgica el caos interno de Apple.
Aplicó un enfoque conocido como la “regla del 30%”, una fórmula que eliminó el 70% de los productos del catálogo, simplificó los procesos internos y permitió reconcentrar los recursos en aquello que realmente definía el ADN de la marca.
La “regla del 30%” partía de un diagnóstico implacable: apenas un tercio de los productos que Apple ofrecía en 1997 respondía a los estándares de calidad, diseño y funcionalidad que Jobs consideraba esenciales para la supervivencia y diferenciación de la marca.
La estrategia tuvo un impacto directo y contundente sobre la organización interna. Al reducir su catálogo, Apple disminuyó su necesidad operativa. Esto derivó en el despido del 31% de su plantilla, lo que equivalía a la salida de aproximadamente 4.100 empleados.
Esta reducción permitió a la compañía ahorrar 500 millones de dólares anuales en costos operativos. Aunque drásticas, estas medidas fueron defendidas con vehemencia por Jobs.
No se trataba únicamente de recortar por eficiencia, sino de devolverle coherencia y foco a una empresa que había perdido el rumbo. Esa depuración funcional reconfiguró la estructura de Apple para convertirla en una organización más ágil, centrada en la excelencia y con una visión de largo plazo.
La purga inicial permitió sentar las bases para una nueva etapa de crecimiento basada en la innovación y la coherencia estratégica. Con los recursos reconcentrados, Apple pudo invertir con mayor fuerza en I+D, lo que posibilitó el lanzamiento de productos que marcaron hitos industriales.
El iPod en 2001, el iPhone en 2007 y el iPad en 2010 surgieron de una lógica que priorizaba la excelencia por sobre la cantidad. También, la transformación restauró la confianza del mercado.
Apple pasó de ser una compañía en declive a convertirse, en poco más de una década, en una de las empresas más valiosas del mundo. Todo ello partió de una decisión fundacional: renunciar al 70% de lo innecesario para perfeccionar el 30% esencial.
Con información de Infobae