||Mariángel Oyarvez
En Venezuela, este apasionado pastelero construyó su éxito, hasta inaugurar la Casita Rosada, que abrió en 1987
Nunzio Cimino, un destacado maestro pastelero italiano, se especializó en la elaboración de tartas, galletas, panes y otros dulces en Venezuela. A sus 85 años, compartió su trayectoria con El Periodiquito con motivo del 39 aniversario de la primera publicación, recordando cómo su dedicación lo llevó a abrir en 1987 La Casita Rosada, el primer bodegón de la ciudad, que, a pesar de las adversidades, continúa de puertas abiertas.

Nacido en 1940 en Teggiano, provincia de Salerno, Italia, Cimino desarrolló su amor por la pastelería desde los 7 años, inspirado por su tía, una mujer resiliente que mantuvo a su familia tras el abandono de su esposo, y por un pastelero de otra región que visitó su hogar para preparar el pastel de bodas de uno de sus hijos. «Yo tenía 7 años y ese día ayudé al muchacho a hacer la torta. Quedé enamorado», contó Nunzio.
¿Por qué Venezuela? Un tío paterno de Nunzio había emigrado a Caracas y aunque no tenía intención de dedicarse a la panadería, inauguró una bajo el nombre El Cristo, en Catia, con la que «tuvo mucho éxito».
Pasado un tiempo llamó a toda la familia. «Yo con 20 años escuchaba que la pequeña Venecia era lo máximo así que decidí hacer caso», relató Cimino.
MAESTRO PASTELERO
Una vez en esta “Tierra de Gracia”, el talento de Nunzio se forjó gracias a la experiencia. Dentro de la panadería El Cristo aprendió recetas y técnicas, además de repartir pan en los cerros de Catia, donde conoció a su esposa, una mujer venezolana originaria de Casanay, estado Sucre.
El talento del italiano no pasó desapercibido. De El Cristo empezó a trabajar en la pastelería La Gilda, en Caracas, conocida por ser «muy exigente». Pronto su habilidad atrajo la atención de la pastelería La Ducal en Sabana Grande. «La oferta fue irresistible, me doblaban el sueldo», explicó Nunzio.
En La Ducal construyó su reputación y ganó el premio al mejor pastelero de Caracas en el VII Festival Gastronómico y de la Vida Nocturna de Venezuela, celebrado en el Caracas Hilton, hoy conocido como El Hotel Venetur Alba Caracas.
El éxito lo llevó a una de sus experiencias más intensas en Venezuela como pastelero. Luigi Ragazzoni, antiguo dueño de la pastelería La Suiza, lo llamó para ofrecerle una sociedad, prometiéndole ganar «10 veces más».
La Suiza, ubicada en la avenida Miranda de Maracay, fue fundada en 1946, después de la II Guerra Mundial, por un austríaco que llegó a la capital aragüeña justamente desde Suiza, donde estaba refugiado. Luego, fue Ragazzoni quien obtuvo el negocio.
El señor Luiggi se vio obligado a romper la promesa a Nunzio y vendió a otro italiano, Constantino Di Venere, que luego hizo lo propio con Carol Cadorin, que tras la situación venezolana abrió una sucursal en 2015, en Panamá. “Se trata de un negocio de inmigrantes que tuvo mucho éxito en Venezuela”, contó.
El ritmo de trabajo era constante ya que la reconocida pastelería operaba las 24 horas. La demanda era tan alta que Nunzio estableció un récord personal al trabajar 36 horas continuas sin dormir. “Tiempo después Constantino me preguntó cómo lograba vender tantas tortas».
En Aragua también se ganó la oportunidad de trabajar con un pastelero griego llamado Angelo, traído a Venezuela por Celso Micotti, dueño del Hotel Micotti, construido en la avenida Bermúdez de Maracay.
LA TIERRA DE GRACIA
Después de 65 años en esta tierra que le brindó oportunidades, reconocimiento y una familia, Nunzio sigue considerando a Venezuela como una «Tierra de Gracia», un lugar donde su pasión por la pastelería floreció y le permitió construir una vida plena, dejando una huella dulce en el paladar venezolano.
A pesar de los retos, este maestro de la pastelería italiana describe su vivencia en Venezuela como «bella». Reiteró que es una nación “demasiado bella, pero hay que quererla”. Reconoció que los venezolanos son “gente bella y educada”.
LA INDEPENDENCIANunzio continuó su camino como emprendedor. Para entonces, la familia con la que llegó había regresado a Europa, ya que “hicieron los reales y se compraron sus propiedades”. “Yo me quedé porque aquí había mucho trabajo, y si de por sí en la pastelería se trabaja bastante, aquí todo era muy próspero”, recordó Nunzio. En 1987, se independizó y fundó su propio negocio, La Casita Rosada, un bodegón que abastecía a través de viajes en una avioneta que alquilaba dos días para comprar en Aruba y Curazao, ubicado en la avenida Las Delicias de Maracay. En aquellos años, Nunzio adquirió máquinas industriales que el banco le financió con una modalidad conocida como `páguelo como pueda`. “Era otra Venezuela”, resaltó. Además, antes estaba el seguro La Previsora al lado del negocio, y de allí las personas solían pasar por un dulce en “la casita”. |
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