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jueves 27, febrero 2025
VIVE LA NOTICIA A TRAVÉS DEL DIARIO LÍDER DEL ESTADO ARAGUA Y LA REGIÓN CENTRAL DEL PAÍS

VIUDA

Ramón Guillermo Aveledo

**En las areperas llaman viuda a la arepa sin relleno.**

Se anuncia un proyecto de reforma constitucional, empecemos por lo que podríamos considerar ciertas cuestiones previas. Venezuela ha tenido veintiséis constituciones. En doscientos trece años y siete meses de historia republicana o, mejor dicho, de intentos de tenerla, sería a un promedio aproximado de ocho años y medio por constitución.

La actual, con veinticuatro ya supera el promedio, aún cuando sea discutible si su edad equivale a vigencia efectiva. En todo caso, hasta ahora es tercera. La superan la de 1830, con todos sus problemas a partir de enero de 1848 y claro, la de 1961 y conste que estas dos tienen la característica de haber servido de marco a gobiernos de distinto signo.

Históricamente, los venezolanos inconformes con el estado de cosas, hemos preferido cambiar la constitución en vez de intentar cumplirla. Llama la atención. Si el país va mal, le echamos la culpa a una constitución que no se cumple, con la promesa de una próxima que sí se cumplirá. Conocidos los resultados de este hábito nacional ¿no sería bueno intentar cumplir la Constitución que tenemos?

Cuando fue aprobada, la actual ley fundamental fue considerada “perfecta” por el mismo líder que apenas transcurridos seis años propuso extensa reforma después de su reelección.

A la mayoría del soberano no le pareció buena idea y se la negó, pero logró enmendarla luego para consagrar la reelección indefinida. Sus sucesores convocaron en 2018 una Constituyente estéril porque no produjo reforma, sino paralelismo legislativo en perjuicio de la República aquí y afuera, aunque en provecho de su permanencia en el poder.

Lo sensato sería evaluar qué necesita mejorarse, cambiarse o conservarse de la Constitución, a partir de una consulta verdadera a todos los sectores sociales, políticos, económicos, empezando por las universidades y las academias.

¿Con qué criterio? Propongo que lo sean los fines esenciales del Estado del artículo 3 de la misma Carta: “la defensa y el desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad, el ejercicio democrático de la voluntad popular, la construcción de una sociedad justa y amante de la paz, la promoción de la prosperidad y bienestar del pueblo y la garantía de cumplimiento de los principios, derechos y deberes reconocidos y consagrados en esta Constitución.” Ver cuánto hemos logrado y cuánto no, por qué y qué tenemos que modificar para lograrlo. Es lo lógico, a menos que los fines hayan cambiado.

La comisión designada y los propósitos enunciados, demasiado parecidos al monólogo retórico y legislativo oficial no permiten atisbar que tales sean los propósitos.

Como la arepa sin otro relleno que su propia masa, esta reforma sería una reforma viuda, pues sectaria en su concepción y en su comisión, vendría sin otro sabor que el oficialista, insípido ya por su continuada tendencia al monólogo. Insípida y más bien flaca, porque bien se sabe que ya le faltan masas. Claro que mucho de mayor gravedad sería que Venezuela estuviera viuda de constitucionalidad.

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