||Rodolfo Gamarra
Venezuela, reconocida por la excelencia de su cacao, enfrenta hoy una encrucijada. Aunque su producto sigue siendo valorado en los mercados internacionales, problemas como la caída en la calidad de presentación, la intermediación y la falta de asistencia técnica amenazan su potencial. Vicente Petit, director de la Asociación de Productores de Cacao de Venezuela, región centro-norte, analizó los detalles de esta situación.
PRECIOS Y MERCADO: ENTRE LO GLOBAL Y LO LOCAL
El cacao venezolano no escapa a las fluctuaciones del mercado internacional. En la actualidad, la tonelada se cotiza en $8,300 en la bolsa de Nueva York, una cifra inferior a los $10,000 registrados hace cuatro meses. Sin embargo, Petit aclaró que este descenso no significa un repunte, sino una tendencia a la baja.
A nivel nacional, los productores reciben entre $4.5 y $5 por kilo, un aumento frente a los $3 de finales de 2023. No obstante, la cadena de intermediación diluye este beneficio. «Los compradores e intermediarios, con mayor poder económico, fijan el precio final», explicó Petit.
CENTROS DE PRODUCCIÓN: TRADICIÓN SIN CAMBIOS
Las regiones cacaoteras de Venezuela se mantienen intactas: la zona oriental, la costa central y el sur del Lago de Maracaibo. Aunque estas áreas conservan su importancia, su ubicación no influye en el precio que reciben los agricultores, determinado por factores externos y la estructura de comercialización.
CALIDAD: UN LEGADO EN RIESGO
El cacao venezolano, especialmente el de Chuao, ha sido considerado «el mejor del mundo». Sin embargo, ese reconocimiento se ha erosionado. «No es un problema genético, sino de presentación», precisó Petit. Ejemplo de esto es el cacao de Barlovento, que antes se exportaba como fermentado (F1), y el de Oriente, destinado al consumo local. La falta de estandarización en el procesamiento afecta su competitividad.
PRODUCCIÓN E INDUSTRIA: ESTANCAMIENTO Y OPORTUNIDADES
La producción nacional se mantiene en 16,000 toneladas anuales, con una distribución equitativa entre exportación e industria local. Las grandes chocolateras operan por debajo del 50% de su capacidad, mientras los artesanos dependen de derivados producidos por estas empresas. Solo unos pocos adoptan el modelo «bean to bar», comprando cacao directamente a los productores.

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