|| Mariángel Oyarvez
Desde lavar platos en Caracas hasta preparar platos asiáticos en Maracay, transformó su vida en la pequeña Venecia
En medio del ajetreo diario de Maracay, donde el aroma del arroz chino se mezcla con el aire tropical, vive Dukens Caneus, un haitiano que lleva 19 años en Venezuela y se gana la vida preparando el plato asiático-venezolano que vende a domicilio.
Dukens dejó Puerto Príncipe, la capital de Haití, a los 20 años, para escapar de una vida preestablecida por su familia, perteneciente a la minoría cristiana frente al vudú, la religión predominante. Sus padres querían que fuera arquitecto, pero él soñaba con ser abogado.
Su vida en Haití transcurrió entre la construcción de obras junto a su padre, Atheus Caneus. Estudió en instituciones privadas como el College Canapé Vert Secundario y la Universidad Quisquieya. Dukens piensa en su tierra natal: “Las playas son muy bonitas”.
PLAN B
Cuando Dukens decidió migrar de su país natal, intentó ir a Canadá, donde el francés, su idioma nativo, facilitaría la adaptación.
Sin embargo, tras negársele la visa, encontró una oportunidad en la embajada venezolana. Llegó a Venezuela poco antes de cumplir 20 años, solo y dejando atrás sus dos años de carrera en arquitectura.
Compró un pasaje de ida y vuelta y regresó a Haití por 25 días; pero Venezuela lo atrajo nuevamente. Su motivación era clara: forjar una vida lejos de un entorno que no le permitía ser él mismo.
Con la intención inicial de estudiar derecho en Venezuela, abandonó esos planes académicos para enfocarse en trabajar y sobrevivir. Fue entonces cuando descubrió su verdadera vocación gastronómica.

EL IDIOMA EN LA COCINA
La adaptación cultural fue “bastante difícil al principio”. El idioma se convirtió en el primer desafío, pero en la cocina Dukens aprendió “a machucar el castellano” en su primera experiencia laboral en Venezuela: Café Olé, ubicado en La California, Caracas.
Corrió con la suerte de encontrar a un venezolano que le tomó confianza, Daniel Carrizales, que le invitó a pasar por las instalaciones del lugar. Empezó desde lo más básico: lavando platos. Con esfuerzo, en un lapso de dos años y medio logró convertirse en cocinero.
Motivado por la que se convirtió en su esposa, se mudó a Maracay, donde continuó trabajando en cocinas reconocidas de la ciudad, donde su plato estrella fue la paella en 2018. “Sinceramente, cuando viví en mi país ni siquiera me gustaba cocinar”, confesó.

EL ARROZ CHINO DEL HAITIANO
Tras un accidente y un período de reposo, Dukens decidió forjar su propio camino. Desde 2022, se dedica a vender arroz chino que prepara en el calor de su hogar. Sorprendentemente, nunca trabajó en un restaurante chino, pero este plato, que conoció en Venezuela, lo fascinó, hasta el punto que planea agregar sushi al menú.
Su habilidad proviene de la pasión. “Nunca he trabajado en un restaurante chino, sino que me gusta”. Esta destreza le ha valido un apodo cariñoso en la calle: “El negro chino”.
No pasa ni un día sin vender, se ha convertido en una celebridad por las calles de su casa y su meta es clara: “Tener un restaurante propio”. Convencido de que para ser chef “se nace”, sigue adelante con su sueño.
El VENEZOLANO ES “MUY TRATABLE”
![]() En 2013, los padres y hermanos de Dukens llegaron a Venezuela para conocer a su hija recién nacida. Permanecieron una semana, pero, “no les gustó el país”. Un sentimiento contrario a lo que siente este haitiano en una tierra que le permitió “encontrarse”. Tras casi dos décadas en Venezuela, Dukens valora la calidad humana que ha encontrado en este país. “Lo que yo veo es la manera en que la gente trata a uno. Ustedes son muy tratables”. Esta aceptación ha sido clave en su decisión de quedarse y construir su vida en “Tierra de Gracia”. |
LA REFLEXIÓN
La historia de Dukens Caneus es un recordatorio de las conexiones inesperadas que surgen de la migración. En búsqueda de libertad y una pasión encontró en Venezuela no solo un hogar, sino también la calidez humana que lo impulsa a seguir adelante, plato a plato, con el sueño de tener su propio restaurante, siempre desde la perspectiva única de un haitiano que abrió su corazón a esta Tierra de Gracia, con vocación de hogar para quién llega.