Jofiel encontró en el icónico traje del hombre arácnido una forma de sobrevivir, mientras Stiguar lo usa como lienzo para combinar arte y emprendimiento
||Mariángel Oyarvez
El Periodiquito se aventuró en la búsqueda del talento urbano en Maracay y se encontró con dos jóvenes que llenan de vida las calles de la ciudad, vestidos con un emblemático traje rojo y azul de ojos arácnidos.
Estos artistas no solo representan la resiliencia, sino que también defienden los sueños de los seguidores de Spider Man, un personaje que ha perdurado desde 1962.
Jofiel, motivado por la necesidad económica, ha hallado en este icónico héroe una vía de subsistencia, destacando por su carisma y habilidades sorprendentes.
Por su parte, Stiguar se presenta como un artista y emprendedor que fusiona parkour, baile, fotografía y filmmaking, con una perspectiva innovadora en el mundo digital.
EN LA NECESIDAD ENCONTRÓ EL ÉXITO
Jofiel Franco, un joven de 24 años originario de Caña de Azúcar, comenzó su aventura como Spider Man en diciembre de 2023. En ese momento, la vida le tejió «telarañas inesperadas» al ser despedido de una óptica días antes de recibir sus bonos decembrinos.
Sin trabajo y con un bebé pequeño, la situación era apremiante. La vocación heroica no fue el motor inicial, sino una «necesidad económica».
La oportunidad llegó a través de Stiguar, un conocido con experiencia como Spider-Man, quien le alquiló su primer traje, por un día.
Jofiel salió a la avenida Bolívar junto a una amiga, Silvana, y la reacción positiva de la gente —pidiendo fotos y ofreciendo propinas— marcó el inicio de algo nuevo.
«Esa fue la primera vez que me puse el traje», recordó. Era 22 de diciembre, en plena temporada navideña. Las fotos de ese día, compartidas en Facebook, generaron interés para eventos infantiles.
Para comprar su propio traje, usado y valorado en $ 30, Jofiel recurrió a una habilidad inesperada: tomar fotos a cambio de propinas. Esta destreza nació a los 12 años, cuando destacó como jugador de Dragon City en Facebook y trabajó en la compañía, lo que le permitió aprender diseño gráfico y edición de imágenes (incluyendo Photoshop), gracias a un mentor margariteño.
«Por aprender a editar y hacer fotos a los 12 me convertí en fotógrafo y pude comprarme mi traje», aseguró.
Hoy, ser Spider-Man es el trabajo a tiempo completo de Jofiel. Tras modificar su primer traje en casa, trabajó gratis en cumpleaños y luego en semáforos, hasta conseguir contratos en lugares como el zoológico. Esto le permitió comprar un segundo atuendo y, más tarde, uno de mejor calidad traído del extranjero.
La gente suele comentarle que se parece “demasiado” al personaje “hasta en el tono de voz». Su secreto es simple: «soy yo mismo».
La capacidad para conectar con la gente, especialmente con los niños y sus habilidades físicas previas —desarrolladas a través del entrenamiento militar— son clave para alcanzar el éxito.
El camino no ha sido fácil. Largas jornadas y viajes por Venezuela forman parte de su rutina. En Maracay, enfrenta comentarios negativos de quienes critican a los que se visten de manera diferente. A pesar de esto, su mensaje es claro: «que se atrevan a ser ellos mismos».
Jofiel explicó que quienes trabajan con disfraces van “cada uno a lo suyo”. «Cuando comencé intenté conectar con otros chamos que igual que también se disfrazan, pero no me paraban, el único que me dejó trabajar con él fue Iron Man en los semáforos».
A su camino se le unió Antonella Cappuccio, quien lo acompaña en eventos interpretando a Gwen Stacy, un personaje del universo de Spiderman. También se unen a su itinerario distintos jóvenes a los que subcontrata y presta sus trajes para cubrir la demanda de superhéroes en la ciudad.
Con cuatro trajes y una carrera sólida e independiente, Jofiel planea prepararse en actuación, doblaje y perfeccionar movimientos como el mortal y el balanceo.
Su historia refleja cómo la necesidad y las habilidades inesperadas pueden forjar una carrera única.
“EL HÉROE QUE YO QUIERO”
Stiguar Hernández, a sus 23 años, no solo es un artista; es un soñador que ha transformado su pasión en un lienzo vibrante. Para él, ser Spider-Man no significa simplemente vestirse de un traje icónico, sino vivir una experiencia en la que la acrobacia, el baile y la fotografía se entrelazan en una danza creativa única.
Aunque comenzó su viaje en productoras de eventos que ya utilizaban el personaje, pronto se dio cuenta de que su esencia no podía ser contenida por una visión ajena.
En 2022, impulsado por sus amigos, Stiguar dio un valiente paso hacia la independencia, imaginando un Spider-Man renovado: uno que reflejaba la energía de la moda de los 80, con «ropa callejera» como símbolo de autenticidad.
Desde los 14 años, cuando empezó a practicar parkour, enfrentó críticas y desafíos, pero su pasión lo llevó a perseverar.
Fue un camino difícil, que incluso le costó repetir años en el bachillerato, pero hoy, su arte grita al mundo que los sueños, cuando se persiguen con pasión, pueden convertirse en realidades asombrosas.
El salto definitivo en la vida de Stiguar ocurrió un día, cuando decidió subir un video a TikTok bailando un trend de Rauw Alejandro. En un abrir y cerrar de ojos, la publicación se volvió viral, compartida por el mismo artista, y su cuenta se llenó de 60.000 seguidores en solo dos días.
Este clic mágico llegó tras recibir su primer traje, un hito que impulsó su carrera de manera extraordinaria.
Hoy, Stiguar cuenta con cuatro trajes, aunque en algún momento tuvo siete. Resaltó que “la realidad en Venezuela” complica la búsqueda de atuendos de calidad, cada uno le cuesta alrededor de 70 dólares, una inversión significativa.
Como fotógrafo y filmmaker, su visión es integrar el arte con las redes sociales para aumentar su visibilidad y ofrecer servicios en más shows. Su mayor anhelo es ser “el Spider-Man que siempre soñó”, aquel héroe que ha imaginado.
Sin embargo, enfrenta desafíos constantes: adultos que no respetan su trabajo, niños que intentan quitarle la máscara o incluso golpearlo. Además, carece de un equipo de producción que eleve la calidad de sus videos.
A pesar de todo, su mayor gratificación proviene de “la alegría de los niños”, viendo cómo sus rostros se iluminan. Estos momentos le brindan satisfacción y son la fuerza que lo mantiene motivado en su camino hacia el éxito.