En entrevista especial, Francisco Pacheco aseguró que la celebración de San Juan es una expresión «agro religiosa», que fusiona la devoción cristiana con los ciclos naturales de siembra y cosecha
||Rodolfo Gamarra
Las festividades en honor a San Juan Bautista constituyen una de las tradiciones más antiguas y significativas de Venezuela, especialmente en las regiones costeras y agrícolas. Francisco Pacheco, en exclusiva para El Periodiquito, reconocido cantautor y figura emblemática de la cultura popular nacional, definió esta celebración como una expresión «agro religiosa», pues fusiona la devoción cristiana con los ciclos naturales de siembra y cosecha.

Desde la plaza San Juan de Maracay, habló de su testimonio, basado en vivencias familiares y años de difundir esta festividad local, lo que permite comprender la profundidad de una festividad que trasciende lo religioso para convertirse en un fenómeno social y cultural.
Pacheco señaló que la conexión agro-religiosa de San Juan Bautista está vinculada a su relación con la temporada de lluvias, que ocurre entre mayo y julio, un período fundamental para la agricultura. «La lluvia da esperanza al campesino y esa esperanza se convierte en fe hacia el santo», afirmó. El ciclo festivo comienza con la Cruz de Mayo (3 de mayo), donde se agradece por las primeras precipitaciones.
Pacheco relató que esta transición entre lo sagrado y lo terrenal se manifiesta en rituales como el de Turiamo (estado Aragua), donde, en la medianoche del 31 de mayo al 1º de junio, la imagen de la Cruz es sustituida por la de San Juan en una ceremonia íntima, con luces apagadas y murmullos. «Es un momento mágico, donde lo divino y lo humano se encuentran».
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Un mosaico de tradiciones
San Juan no está aislado: forma parte de un calendario que incluye a San Antonio (celebrado en Lara con el «Tamunangue») y el Corpus Christi (con los Diablos Danzantes, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad). El 1º de junio marca la «entrada de mes» o «primer repique» en Barlovento, anunciando la llegada del santo.
Pacheco destacó que, aunque estas festividades tienen elementos comunes, cada región imprime su sello. Por ejemplo, en los Andes, donde el culto a San Benito es predominante, San Juan se celebra con el «tambolar», un tambor distinto al de la costa.
Agregó que el 22 de junio, en zonas como El Playón (Ocumare), se realiza un velorio donde se reúnen imágenes de San Juan de distintas localidades como Turiamo, Cata, Chuao. Al amanecer del 23, cada imagen retorna a su pueblo en una procesión llena de color.
En Cata, el «cargador de San Juan» (llamado «El burro») lleva al santo a la bahía para bendecir a las familias. Hacia las 2:00 de la tarde, la imagen es embarcada en peñeros hacia «La Boca», donde se produce un encuentro entre cofradías.
El «sangueo», música tradicional que acompaña estas procesiones, crea un ambiente de júbilo colectivo. «Antes era más íntimo; hoy la multitud lo hace distinto, pero el sentimiento sigue igual», reflexionó Pacheco.
Aunque arraigada en la costa, la tradición ha migrado. En Caracas, por ejemplo, existen más de 30 cofradías fundadas por habitantes de pueblos costeros. «San Juan ya no es solo de Barlovento o Aragua; es de todos», señaló Pacheco. Este fenómeno refleja cómo las tradiciones se adaptan sin perder su esencia.
«Si San Juan lo tiene, San Juan lo da»Esta frase, popularizada en una canción, resume la relación entre el santo y su pueblo. Para Pacheco, San Juan representa «esperanza, amor y unidad», pero también el sustento económico. «Las lluvias traen cosechas, y las cosechas alimentan al pueblo y su economía», explicó. Es una devoción práctica, donde lo espiritual y lo material se entrelazan. Este cantautor lleva a San Juan en la sangre. Su tía Alejandrina fue capitana de San Juan en Cátara, y su madre, Paula Elvira Croker, asumió el rol tras su muerte. Desde los cinco años, participó en velorios y cantos, lo que forjó un vínculo indestructible. «Aunque me quede en silla de ruedas, seguiré celebrando a San Juan», prometió. Su testimonio revela cómo la tradición se transmite de una generación a otra, incluso cuando la modernidad amenaza con diluirla. |
La festividad está rodeada de mitos, como el del reflejo en el agua (24 de junio), que presagiaba la muerte si no se veía la cabeza, o la interpretación de figuras en cera derretida para adivinar el futuro. En cuanto a roles, las mujeres son pilares al asumir «cantos de sirena», organizan y, en algunos pueblos como Guatire, ahora cargan la imagen, rompiendo con la tradición. «Antes solo los hombres lo hacían; hoy hay más igualdad», reconoció Pacheco.
Para Francisco Pacheco, San Juan Bautista no es solo una fiesta: es memoria viva, resistencia cultural y unión comunitaria. En un país de cambios acelerados, esta tradición sigue siendo un farol de identidad. Como él mismo dice: «Mientras haya fe, San Juan seguirá dando lo que tiene».

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