|| Rodolfo Gamarra || Foto: Rodolfo Gamarra
Las tablas puede ser un acto de resistencia y sanación, tanto para quienes lo hacen como para quienes lo reciben
Artistas de todo el planeta conmemoran cada 27 de marzo el poder transformador de las tablas. En Venezuela, el Teatro Arista, bajo la dirección de Katiuska Cortés, celebró la fecha con una labor social que trasciende el escenario: una jornada de cuentos, bailes y canciones en el preescolar Colibrí 1, en honor a su hijo fallecido, Joskar Andrés.
La actividad, organizada en colaboración con el Club de Abuelas de la U17, reunió a niños y adultos alrededor de personajes como la ratoncita Hortensia y el gato Grey, quienes revivieron clásicos como “Manuelita: La tortuga y Caperucita Roja. «Es una celebración mundial que reconoce a los que hacemos vida en el teatro», explicó Cortés, quien enfatizó el carácter global de la efeméride.
Tras la pérdida de su hijo, Cortés y su familia —integrada por su esposo, el profesor José Luis Moreno y su hija Joliuska— transformaron el dolor en acción. Bautizaron su labor social como «Misión Joskar Andrés», un legado que, según la directora, busca sembrar «fe, esperanza y valores en los niños».
Esta iniciativa no se limita a fechas especiales. Cada semana, el grupo visita comunidades vulnerables, ancianatos y centros asistenciales y llevan consigo un mensaje de apoyo incondicional. «Es una gotita de amor», describió Cortés.
Con más de 25 años de trayectoria en el teatro social, la agrupación ha encontrado en esta misión una nueva motivación. «Seguimos adelante, a pesar del dolor, porque el prójimo necesita una mano amiga».

ARTE COMO HERRAMIENTA DE CAMBIO
La directora del Teatro Arista subrayó que esta manera de llevar el mensaje es solo el vehículo, al destacar que el verdadero fin es humanizar. «No somos actores, somos servidores», afirmó, y recordó que en cada función los espectadores reciben más que entretenimiento, “un llamado a la solidaridad”. Resaltó que en lugar de grandes producciones, el grupo prioriza “espacios humildes”, donde el arte suele ser un lujo. «Los niños nos reciben con los ojos brillantes, eso no tiene precio», compartió. En un mundo donde el arte a menudo se mide por su rentabilidad, el Teatro Arista desafía los paradigmas, con una labor que demuestra que las tablas pueden ser un acto de resistencia y sanación, tanto para quienes lo hacen como para los que reciben. «Avanzamos con amor incondicional y en esa sencillez radica su grandeza”, enfatizó Cortés. |