Cortesía
Entre las muchas virtudes del Madrid, una de las más insospechadas es su increíble capacidad para hacerse el muerto. Volvió a suceder en Balaídos. Creyó un gran Celta dos veces que lo tenía en un puño y acabó apaleado porque ningún otro equipo como el de Ancelotti está tan cerca de la victoria jugando entre regular y mal.
Al final siempre encuentra alguien que lo arregle. Esta vez (y tantas) fue Modric quien prestó los primeros y los segundos auxilios: metió un gol en las duras y le dio otro a Vinicius en las maduras. Va a ser imposible dosificarle. Él convirtió el funeral en festival.