En el apacible barrio costero de Mairangi Bay, en Auckland, Nueva Zelanda, un gato consiguió lo que pocos animales domésticos logran: alcanzar el estatus de celebridad local debido a su peculiar inclinación por apropiarse de prendas ajenas.
Conocido por el vecindario como “Leonardo da Pinchy”, dejó atrás los trofeos felinos habituales y se especializó en sustraer ropa de tendederos y habitaciones. Alimentadas por anécdotas y fotografías, sus aventuras traspasaron los límites del barrio y recibieron cobertura de medios internacionales como AP News.
El botín de Leo: prendas de lujo y récords de hurtos
La rutina de Leo supera los pequeños robos ocasionales. De acuerdo con el medio, este felino de 15 meses perfeccionó el arte de llevarse prendas ajenas, mostrando predilección por artículos de alta calidad.
Sus “trofeos” incluyen bóxers de seda, gruesos calcetines de trabajo —en ocasiones todavía con las pinzas sujetas— y, en un hecho que su dueña considera especialmente embarazoso, un suéter de fibra de lana completamente nuevo valorado en 300 dólares neozelandeses (unos USD 181).
El alcance de sus fechorías se evidenció el 20 de julio de 2025. Leo regresó ese día con nueve prendas distintas, suficientes para vestir de pies a cabeza, aunque la selección resultó ser una mezcla singular de ropa de bebé y adulto. “Trajo un jersey esta mañana a las 8:10, antes de que las tiendas siquiera abrieran”, relató Helen North, su dueña.
Vergüenza, humor y estrategias de devolución
La creciente colección de artículos ajenos en el hogar de los North obligó a Helen a crear un sistema para su devolución. Al principio usó un grupo de WhatsApp del vecindario, donde publicaba mensajes directos y en clave de humor como “¿Son estos tus calzoncillos?”, con el objetivo de identificar a los propietarios.
Ante la acumulación de objetos no reclamados, decidió publicar fotografías de las “adquisiciones” de Leo en una página local de Facebook, junto a disculpas y su dirección para facilitar la devolución.
La familia vivió entre la vergüenza y la diversión. Helen recuerda el día en que su hija, enferma en casa, la llamó angustiada por el último golpe de Leo: “Es malo, es malo, esto es lo peor que trajo, es realmente malo”, advirtió, refiriéndose al costoso suéter de cachemir. “Era precioso. Pensé: ‘¿Puedo quedármelo?’ Pero no podía”, confesó North.
Una comunidad entre simpatía y complicidad
Las travesuras de Leo generaron simpatía y complicidad entre los vecinos de Mairangi Bay. Quienes recuperaron sus pertenencias lo hicieron con buen humor. Una mujer identificó sus calzoncillos rosas y púrpura en una de las publicaciones de Helen, y un niño pudo volver a tener su camiseta deportiva favorita gracias a que llevaba su nombre.
La reacción de la comunidad fue de apoyo y diversión. “Todos nuestros vecinos piensan que es increíble”, señaló Helen North, evidenciando la actitud desenfadada que predomina en el vecindario. Solo una vecina alérgica, para evitar incidentes, decidió secar su ropa dentro de casa.
Con información de Infobae
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