Con tan solo 14 años, pero con creatividad de sobra, el adolescente Andrés López con sus manos ensambla “chanclas”, “cholas”, “Chanqletas”, como se les llama en Venezuela, valiéndose de materiales desechados.
Vive en ciudad Bolívar y valiéndose de la necesidad de su hogar y sobre todo el talento, inventó un negocio para ayudar a su familia a sortear las dificultades cotidianas de la nación.
Para la suela utiliza caucho de neumáticos. Primero descuartiza, luego moldea. Cose con agujas extraídas de tacones de mujer. Es un trabajo minucioso.
“Había gente aquí, en Ciudad Bolívar, que ya las hacía. Pero les quedaban torcidas. A mí me quedan derechas”, dice, con satisfacción, a BBC Mundo.
Extravío convertido en negocio
Andrés López perdió sus chanclas y no había dinero para comprar unas nuevas.
“Entonces agarré un poco de caucho para hacerme unas para mí mismo. Quedaron bien y pensé en que las podía vender”, cuenta el adolescente.
La decisión vino provocada por las dificultades familiares para conseguir dinero y comprar comida.
La creatividad y habilidad artesanal las heredó Andrés de su abuelo, un carpintero español que conservaba su taller al lado de la casa.
“La suela y el hilo las saco del caucho. Las agujas, de la parte trasera del tacón de las mujeres. La agarro, la pulo y le hago una punta”, describe.
La familia jamás imaginó que la venta de cholas se convertiría en su principal fuente de ingresos y hasta en fenómeno viral en las redes.
Sustento
“Ahora mismo hago cholas por encargo. La gente me da su talla y el color que prefieren y entonces las hago. Elaboro un par al día y las vendo por cinco o seis dólares”, cuenta el adolescente.