La actriz Natalie Portman sorprendió recientemente al incluir en su lista de películas favoritas una cinta de época poco conocida por el gran público, protagonizada por Richard Gere y dirigida por Terrence Malick.
Se trata de Días del cielo (Days of Heaven, 1978), una obra que, según Portman, “tiene probablemente la voz en off más bonita, creo, de la historia del cine”.
La intérprete de Cisne negro (por la cual ganó el Oscar a Mejor Actriz) compartió con la Academia de Hollywood un listado de cinco títulos que la marcaron tanto como actriz como directora.
Portman confesó que ha visto Días del cielo en múltiples ocasiones. La considera “el romance más hermoso” y subrayó la atmósfera visual y sonora de la película: “Dios mío. El joven Sam Shepard y el joven Richard Gere son de ensueño. Y como en todas las películas de Terrence Malick, la música es preciosa. La hora mágica es la primera vez que conozco la magia de Malick”, declaró.
En particular, destacó la narración en off de Linda Manz, quien interpreta a Linda, la hermana del protagonista: “La voz en off es una belleza. Parece un niño hablando de una forma que crea poesía”, expresó la actriz.
Hoy, con 43 años, es miembro de la Academia de Hollywood, ha dirigido sus propios proyectos y continúa formándose de manera autodidacta, observando a sus colegas y viendo cine en casa.
Una obra de culto: “Días del cielo”
Dirigida por Terrence Malick en 1978, Días del cielo es considerada por muchos como la primera gran actuación cinematográfica de Richard Gere.
La película narra la historia de Bill (Gere), Abby (Brooke Adams) y Linda (Linda Manz), quienes huyen de la pobreza en Chicago y llegan a Texas, donde deciden fingir que son hermanos para ejecutar un plan: Abby debe casarse con el capataz de una hacienda (interpretado por Sam Shepard), quien está gravemente enfermo, con la intención de heredar su fortuna.
El drama, ambientado a comienzos del siglo XX entre los campos de cereales del medio oeste, destaca por su cuidada estética visual. La fotografía, a cargo de Néstor Almendros, fue reconocida con un Oscar.
La narrativa se apoya en la melancolía del paisaje, la delicadeza del montaje y la emblemática luz crepuscular que Malick supo convertir en sello propio.