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miércoles 4, diciembre 2024

VIVE LA NOTICIA A TRAVÉS DEL DIARIO LÍDER DEL ESTADO ARAGUA Y LA REGIÓN CENTRAL DEL PAÍS

FERMÍN TORO

|| Ramón Guillermo Aveledo

Entre los grandes venezolanos del siglo XIX, destaca con singular brillo Fermín Toro, prócer civil de relevante actuación en la construcción republicana, tuvo que nadar contra la corriente de la violencia enseñoreada sobre nuestro territorio. Don Pedro Grases, estudioso apasionado por nuestra patria que lo acogió cuando la guerra civil española y la dictadura lo sacaron de la suya, lo ubica en aquella generación de 1830, cuyos miembros de modesto origen como él fueron autodidactas por la larga y dura guerra de Independencia, tuvieron que formarse a sí mismos a base de disciplina personal y voluntad de superación.

Los biógrafos de Toro dudan de la fecha exacta de su nacimiento en El Valle. Fernández Heres la sitúa en los primeros meses de 1807 cuenta según la cual, en estos días deberíamos estar cerca del aniversario doscientos dieciséis.

Ese sería buen motivo para recordarlo, pero abundan las buenas razones. Su actuación como diputado, canciller, ministro de finanzas, sus ideas humanistas avanzadas que comprendían lo social redondean un perfil excepcional. Sus Reflexiones sobre la Ley del 10 de Abril de 1834, rectificación densa de lo que como diputado había apoyado o sus ensayos de Europa y América, muestran un entendimiento profundo, dicen de su política guiada por ideas. Allí, por encima de la lisonjera aura popular, prioriza el deber.

No dudo que seríamos un país mejor si hubiéramos tenido más Vargas y menos Carujos y que si en vez de abundar caudillos y “héroes” reales o presuntos, casi todo de batallas entre venezolanos, mayor hubiera sido la influencia de patriotas como Toro cultos, honestos, creyentes en la paz con base en el derecho, la política, la sensatez económica y la buena educación, otra sería nuestra historia.

Tras el “fusilamiento del Congreso” en 1848, cuando una turba oficialista irrumpió en la sesión con saldo de muertos y heridos y dejó la secuela de abrir en par la puerta a la violenta y ruinosa segunda mitad del siglo, un viejo prócer fundador de un sistema nepótico, arbitrario y corrupto mandó a buscar a los parlamentarios para reunir sumisa la asamblea atropellada. A la comisión armada, el diputado respondió “Decidle al General Monagas que mi cadáver lo llevarán, pero Fermín Toro no se prostituye”. Si algún tardío imitador de aquella mandonería osara, ciento setenta y cinco años después, facturar contra el coraje cívico o imponer aquellos modos, sería el colmo del anacronismo y la reacción.

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