|| Ramón Guillermo Aveledo
Aprecio la institución militar por su insustituible papel para una nación y para la sociedad, naturalmente plural, que es su componente humano, como es físico el territorio y político su órgano estatal. Civil y civilista, la valoro en mi condición de estudioso de la política y el derecho, pero antes en mi condición de venezolano. Por eso defiendo su institucionalidad que como toda obra humana nunca es perfecta, siempre es perfectible.
En la Constitución de nuestra República, esa que bien cumplida puede ser un marco apropiado para nuestra convivencia y nuestro progreso, están trazadas las grandes líneas de una Fuerza Armada Nacional para una sociedad democrática. Los artículos 328 al 331 son la base para ese desarrollo, máxime si como corresponde a la interpretación constitucional, se las lee en concordancia con los Principios Fundamentales que orientan el conjunto y con el principio de corresponsabilidad entre Estado y sociedad civil como fundamento de la seguridad de la Nación venezolana, el cual se ejerce en diversos ámbitos, sobre pilares de “independencia, democracia, igualdad, paz, libertad, justicia, solidaridad, promoción y conservación ambiental y afirmación de los derechos humanos, así como la satisfacción progresiva de las necesidades individuales y colectivas de los venezolanos, sobre la base del desarrollo sustentable y productivo de plena cobertura para la comunidad nacional”.
El primero de los artículos mencionados la define como “institución esencialmente profesional, sin militancia política”, organizada para garantizar la independencia y soberanía, la integridad territorial, mediante la defensa militar, la cooperación en el orden interno y la participación en el desarrollo nacional. Está “al servicio de la Nación y en ningún caso al de persona o parcialidad política alguna”. Nobles y sensatos postulados.
La valoración de la institución militar es cosa muy distinta al militarismo, desviación bien definida en la doctrina. Desbordamiento por afán de poder, influencia social o privilegios. Sus principales variantes originales serían el pretorianismo o destrucción del poder civil y dominio castrense sobre el Estado y el cesarismo, autoridad concentrada en una persona con base en apoyo militar.
Lógica consecuencia de nuestra historia, el futuro seguirá contando con la institución militar, con las adaptaciones lógicas a las demandas de la sociedad venezolana y del contexto internacional.