Un hombre que fue uno de los primeros clientes de OceanGate en ir a ver los restos del Titanic describió la inmersión que hizo en el lugar hace dos años como una “operación kamikaze”.
“Hay que estar un poco loco para hacer esta clase de cosa”, dijo Arthur Loibl, aventurero alemán y empresario retirado de 61 años.
Loibl dijo a The Associated Press que había tenido por primera vez la idea de ver los restos del Titanic durante un viaje al Polo Sur en 2016. En ese momento, una compañía rusa ofrecía inmersiones por medio millón de dólares.
Después de que OceanGate, con sede en el estado de Washington, anunciara su programa un año más tarde, él aprovechó la oportunidad y pagó 100.000 dólares por una inmersión en 2019 que se canceló cuando el primer sumergible no resistió las pruebas previas.
Dos años más tarde participó en una travesía que tuvo éxito junto al director general de OceanGate Stockton Rush, el buzo francés y experto en el Titanic Paul-Henry Nargeolet y dos hombres ingleses.
“Imagine un tubo de metal de unos pocos metros de largo y una placa de metal como suelo. No se puede estar de pie. No se puede estar de rodillas. Todo el mundo se sienta cerca o encima de otro”, dijo Loibl. “No se puede ser claustrofóbico”.
Durante las 2,5 horas de ascenso y descenso se apagaron las luces para conservar energía, señaló, y toda la iluminación procedía de una varita fluorescente.
La inmersión se retrasó varias veces para arreglar un problema con la batería y el lastre de equilibrio. En total, el viaje tomó 10,5 horas.
|| Con información de Primicia