El Gobierno de los talibanes informó de la quema de instrumentos musicales que fueron confiscados en los últimos meses en Afganistán, al considerar que van en contra de la estricta interpretación de la ley islámica o sharia.
Las autoridades destruyeron aquellos equipos e instrumentos que “fueron utilizados para la promoción de la música y la degeneración”, indicó en un comunicado el temido Ministerio de Propagación de la Virtud y Prevención del Vicio.
Los fundamentalistas prohibieron la música, con base a su estricta interpretación del islam, durante su primer régimen entre 1996 y 2001, e impusieron severos castigos a quien ejerciera este oficio, lo que provocó la fuga de muchos artistas profesionales.
Los instrumentos fueron confiscados de diferentes “programas inmorales que causaron la desviación de las generaciones jóvenes y el deterioro de la sociedad, y destruidos de acuerdo con la sharia”, agrega el escrito.
En otro comunicado separado, el ministerio insistió a la ciudadanía afgana a “no tocar música en las fiestas de bodas”, así como evitar grandes gastos y tradiciones innecesarias en dichas ceremonias.
Instrumentos como el timbal, la guitarra o el rabab (similar al laúd), forman parte de la variedad de sonidos de música clásica que ambientaron bodas y programas musicales en Afganistán, hasta que se prohibieron con la llegada al poder de los talibanes.
Aunque la estricta interpretación de la ley islámica prohíbe la música en cualquier tipo de expresión, la mayoría de eruditos religiosos precisa que sólo debería vetarse la música que emplea poesía negativa o se considera que desvía a las personas hacia formas de pensar contrarias a la sharia.
No a los salones de belleza
Esta misma interpretación de la ley islámica es la razón por la que desde la llegada al poder de los fundamentalistas en agosto de 2021 se restringió el acceso a las mujeres a la educación secundaria, una prohibición que se extendió recientemente a las escuelas de educación superior y universitaria.
Los talibanes dispersaron con disparos al aire y cañones de agua una protestas de decenas de mujeres que salieron a las calles de Kabul para expresar su descontento por la reciente orden del Gobierno de cerrar los salones de belleza femeninos.
Pese a que las manifestaciones en este país son muy poco frecuentes por miedo a la represión de los fundamentalistas, las mujeres portaron pancartas y corearon lemas como “trabajo, comida, justicia”.
Su petición busca revertir el cierre de los salones de belleza para mujeres en el país, una medida que ha destruido la fuente de ingreso o los pocos espacios de la sociedad donde la actividad de mujeres era todavía permitida.
Desde su regreso al poder en agosto de 2021, los talibanes, integristas musulmanes, excluyeron a las mujeres de la mayoría de los centros de educación secundaria, de las universidades, de la administración pública y de los negocios relacionados con la belleza.
“No me quiten el pan y el agua”, rezaba la pancarta de una de las manifestantes en Butcher Street, una calle de la capital donde se encuentran muchos salones de belleza.
Las manifestaciones son poco frecuentes en Afganistán y suelen ser dispersadas violentamente. Sin embargo, unas cincuenta mujeres participaron en la protesta, que rápidamente atrajo la atención de los servicios de seguridad.
Las fotos y videos que las manifestantes mandaron a la prensa muestran a las fuerzas de seguridad utilizando cañones de agua para dispersarlas.
El Ministerio de Prevención del Vicio y Promoción de la Virtud justificó el cierre de los salones alegando que la gente se gasta en ellos unas sumas extravagantes para bodas, lo que consideraba una carga demasiado pesada para las familias pobres, y afirmando que algunos de los servicios que se ofrecían no cumplían la ley islámica.
Los salones de belleza proliferaron en Kabul y las grandes ciudades afganas durante los 20 años de ocupación de las fuerzas estadounidenses y la Otan.
Estos locales eran considerados como un espacio seguro para que las mujeres pudieran reunirse sin presencia de hombres y permitió a muchas afganas fundar su propio negocio.
“Las mujeres estaban acostumbradas a hablar, explicar chismes. Aquí no se batallaba, no había ruido”, explica una empleada de un instituto de belleza, que pidió ser llamada Neelab.
“Cuando vemos caras felices y con energía, esto nos da vida también. Los salones tienen un papel muy importante: este lugar nos permite sentirnos bien”, añade.
Con información de Primicia.