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jueves 24, abril 2025
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El apartamento del Papa un búnker “en aislamiento”

Francisco ya está en casa. El Papa inició ayer, en torno a la una de la tarde, un particular viacrucis de dos meses de convalecencia exigida por su equipo médico para poder vencer a la neumonía bilateral que padece.

Solo pasaban dos minutos de las doce del mediodía cuando la silueta del Pontífice argentino en silla de ruedas comenzaba a hacerse visible en una de las habitaciones del Policlínico Agostino Gemelli de Roma.

Con el rostro hinchado, pero sonriente, aparecía Jorge Mario Bergoglio, de 88 años, ante una multitud que se congregaba a las puertas del hospital. A la visible alegría del Papa por su alta hospitalaria se sumaban los gestos de sus manos.

Ora saludaba, ora bendecía, ora levantaba el pulgar como signo de victoria, ora apretaba su mano derecha para reflejar su fortaleza después de 38 días de ingreso y dos episodios críticos en los que estuvo en peligro su vida. No estaba previsto que hablara, pero Francisco se lanzó ante las tres mil personas que le vitoreaban.

El asistente que sostenía el micrófono llegó tarde para alcanzar sus primeros comentarios. «¡Gracias a todos!», dijo el Obispo de Roma con voz ronca y dificultades para respirar, pero con mejor dicción que el audio con el que hace tres semanas quiso acompañar a quienes se congregaban en la Plaza de San Pedro para rezar un rosario implorando su recuperación.

Justo después de este primer agradecimiento, el Pontífice jesuita, siempre con la atención puesta en la gente sencilla de a pie, dirigió su mirada a Carmela Mancuso, una calabresa de 78 años, que se ha hecho popular en este tiempo en Italia porque no ha faltado un solo día al Gemelli para rezar por el Papa, pero tampoco a la cita con el rosario vaticano.

Y, hasta en diez ocasiones, con unas flores bajo su brazo. Francisco, observador, correspondió desde su balcón hospitalario: «Veo a esta señora con las flores amarillas. ¡Brava!». Hasta ahí, sus palabras. Apenas noventa segundos duró la escena.

Ahora, todas la relaciones informales de Francisco se frenan en seco durante dos meses. Porque, además del diálogo con los otros habitantes de Santa Marta, las tardes las dedicaba a recibir en su sala de estar a quien conforman su agenda B de encuentros: políticos que huyen de las audiencias públicas para evitar notoriedad, clérigos, amigos, víctimas de abusos, religiosas, misioneros. A todos ellos los recibía fuera de la agenda oficial matutina en el palacio apostólico, que queda anulada por el momento.

Con información de La Razón

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