De acuerdo con un informe publicado en septiembre de 2022 por la OMS, aproximadamente tres de cada cuatro niños de entre dos y cuatro años son víctimas de castigos corporales o violencia psicológica
En países de Latinoamérica como Venezuela, se ha naturalizado como método de crianza la idea adultocéntrica de que los padres tienen la autoridad de maltratar a sus hijos, bajo la premisa de que es una manera de corregirlos y evitar que se desvíen del “buen camino”.
Sin embargo, los expertos insisten en que este tipo de creencias no sólo minimizaría las capacidades de los niños, niñas y adolescentes para racionalizar una conducta inadecuada, sino que también perpetúa el ciclo de la violencia.
“Son todas creencias que justifican y reivindican una forma de crianza con violencia, que tiene una raya muy delgada e invisible, que traspasa con facilidad y se convierten en maltratos que van aumentando en frecuencia e intensidad, llegando a afectar la vida de los niños”, alertó Fernando Pereira, educador y fundador de la ONG Centros Comunitarios de Aprendizaje (Cecodap), en entrevista radial.
De acuerdo con un informe publicado en septiembre de 2022 por la Organización Mundial de la Salud (OMS), aproximadamente tres de cada cuatro niños de entre dos y cuatro años (alrededor de 300 millones) son víctimas regulares de castigos corporales o violencia psicológica por parte de sus progenitores o cuidadores.
¿DE QUÉ SE TRATA?
La OMS define el maltrato infantil como cualquier forma de abuso o desatención que afecte a un menor de 18 años, incluyendo el maltrato físico y emocional, el abuso sexual, la negligencia, la explotación comercial y cualquier otro tipo de violencia que amenace la salud, el desarrollo, la dignidad o incluso la vida del menor.
Venezuela no cuenta con estadísticas oficiales que midan la magnitud de este fenómeno, pese a que desde comienzos del año 2000 el Comité de los Derechos del Niño de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) instó al Estado a emitir cifras, a fin de tener un diagnóstico real, actual, transparente y accesible.
En consecuencia, sólo se puede evidenciar un incremento de los casos a través de las publicaciones que se hacen en medios de comunicación y redes sociales.
El fundador de Cecodap afirmó que las cifras facilitan la toma de decisiones en torno a los tipos de violencia y permiten identificar el aumento de este fenómeno, así como las regiones, edades y géneros más afectados.
LO MÁS COMÚN
Pereira apuntó que el maltrato verbal es el más común, que en la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes (Lopnna) define en su artículo 32-A como humillante y que usa palabras con la supuesta intención de corregir, profiriendo insultos, improperios o apodos a los niños y niñas, lo que puede tener efectos negativos emocionales y psicológicos.
El castigo físico también prevalece en Venezuela y ocurre cuando las acciones disciplinarias resultan en lesiones o daño físico, lo cual está tipificado como delito según la ley.
Asimismo, el abuso sexual afecta tanto a niños como a niñas en el país, quienes, por su vulnerabilidad y falta de poder, son más propensos a ser víctimas. La mayoría de las veces, los perpetradores son personas cercanas, con un vínculo afectivo y un nivel de autoridad sobre los menores.
La negligencia y la falta de atención, al no brindar los cuidados necesarios, también constituyen formas de maltrato que dejan profundas secuelas en su desarrollo.
Angeyeimar Gil, trabajadora social y defensora de la Red de Derechos Humanos de Niños, Niñas y Adolescentes (Redhnna), explicó que tanto el maltrato físico como verbal suelen estar vinculados con el “adultocentrismo”.
Detalló que el adultocentrismo es la idea de que los adultos siempre tienen la razón y eso les da la autoridad de dañar a los niños, niñas y adolescentes para que aprendan lo que ellos consideran correcto, que no necesariamente lo es porque es subjetivo en determinados escenarios.
“Muchas veces a los niños les pegan por cosas que no hay razón de pegarles. Por ejemplo, porque no se defendió en la escuela de lo que otros le dijeron o porque se comió algo de la nevera sin pedir permiso”, lamentó Gil.
CONSECUENCIAS EMOCIONALESA juicio de Angeyeimar Gil, el maltrato y la violencia generan una serie de secuelas emocionales que afectan significativamente la autoestima y la confianza en sí mismos. Los menores también pueden experimentar temor hacia otras personas, lo que, en última instancia, puede llevar a una sumisión en situaciones de violencia y a dificultades para establecer límites y defenderse, tanto dentro como fuera del entorno familiar. La experta advirtió sobre el peligro de perpetuar un ciclo de violencia, donde aquellos que han sido víctimas pueden replicar ese comportamiento violento en sus relaciones futuras. “Se convierte como en una rueda, en donde recibo violencia y luego respondo con esa violencia a otras personas, repitiéndose y pasando de generación en generación”, agregó. Un estudio desarrollado en Australia reveló que hasta un 40% de las enfermedades mentales prevalentes, como la ansiedad, la depresión y el abuso de sustancias, tienen sus raíces en la violencia sufrida durante la infancia. |
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