Un sol otoñal, fresco, inunda la capital de los Estados Unidos en una jornada crucial para el futuro del país y ya millones de estadounidenses en Washington y todo el territorio se aglutinan en escuelas, bibliotecas y centros comunitarios para definir si Donald Trump o Kamala Harris ocuparán la Casa Blanca.
Hay un clima de nerviosismo general, inusual, no solo entre los ciudadanos sino entre las campañas de los demócratas y los republicanos.
Sin embargo, los candidatos están confiados en que ganarán. Después de votar en un centro de recreación en Palm Beach, cerca de su casa de Mar-a-Lago en Florida, Trump se mostró optimista este martes. “Veo que los conservadores están votando de manera muy poderosa”, dijo.
Junto a su esposa Melania, sin corbata, con gorrita MAGA y con voz ronca de tanto trajín, Trump dijo a la prensa: “Me siento muy confiado vamos a ganar por amplo margen hoy”. “Si esto es una elección justa, será el primero en reconocerla”, agregó.
Las urnas abrieron más temprano en los estados del este, pero ya se vota en todo el país. En el medio-oeste, estados clave como Michigan y Wisconsin sufrían embates de viento y lluvia, pero igualmente los estadounidenses desafiaban el mal tiempo para ir a votar en esta elección histórica.
Los votantes se arremolinaron temprano, antes de ir a sus trabajos, porque Estados Unidos es uno de los pocos países del mundo donde se vota un día laborable, una vieja norma de 1845 que fijó el martes para que no complicara el domingo de misa y la población tuviera el lunes para desplazarse en carruaje a donde estaban las urnas. Las filas crecieron a la hora del almuerzo.
Los centros de votación están repletos de carteles de los candidatos y afuera hay mesas de voluntarios “trumpistas” y “kamalistas” ofreciendo ayuda a quien lo necesite. Al salir los votantes se llevan pegado en el pecho un sticker que dice “I voted” (yo voté) y quizás algún souvenir de su candidato. Por ahora la jornada está tranquila y no se han registrado incidentes.
EL FIN DE UNA CAMPAÑA VIOLENTA Y DEMOLEDORA
Después de un demoledor final de campaña que incluyó varios actos en diversos estados clave el lunes, Harris y Trump buscaron descansar, pero no pudieron. Fue una noche con demasiados nervios y todavía quedaba trabajo por hacer.
Luego de recorrer varias ciudades de Pennsylvania, Harris terminó el lunes a la noche un gran acto en Filadelfia acompañada de Hillary Clinton, Oprah Winfrey y Lady Gaga. En una imagen más que simbólica, plantada en las escaleras que el Rocky Balboa de Sylvester Stallone hizo famosas, Harris dijo que estaba lista para pelear hasta el final en estas elecciones.
Las encuestas indican una carrera ajustadísima entre Harris y Trump, con un final de infarto en el voto popular e incluso en los estados clave como Pennsylvania, Wisconsin, Michigan, Georgia, Carolina del Norte, Nevada y Arizona. Los expertos estiman que los resultados podrían demorarse incluso varios días.
Agotada después de su acto final, Harris volvió de madrugada a su casa de Washington DC junto a su marido, Doug Emhoff, y sus dos sobrinitas, hijas de su hermana. Pero apenas pudo descansar y hubo un esfuerzo final.
Temprano este martes se dedicó a brindar entrevistas radiales en programas de estados clave como Georgia y Pennsylvania, dos distritos que pueden definir las elecciones.
En uno de ellos le preguntaron qué pensaba de “la falta de respeto y agresiones” que le lanzaba su oponente, en referencia a los ataques de Trump y sus seguidores que la califican de incompetente, tonta, de tener bajo cociente intelectual, de ser una basura y hasta prostituta. “No voy a distraerme con ese ruido”, afirmó.
Con información de El Clarín