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lunes 25, noviembre 2024

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¿Cuáles son los factores que pueden retrasar el envejecimiento?

Recientes investigaciones científicas indican que las modificaciones en la dieta, la actividad física y actitud mental pueden retrasar el proceso de envejecimiento y las enfermedades relacionadas con el avance de la edad, y sin los riesgosos “biohacking” o reprogramaciones extremas, como las terapias de genes de eficacia no demostrada. Un abordaje multidisciplinario de esas estrategias basadas en la evidencia “puede enderezar las cosas”, dice el bioquímico Valter Longo, director del Instituto de Longevidad de la Escuela de Gerontología Leonard Davis de la Universidad de Sur del California.

Pero el debate sigue siendo hasta qué punto puede extenderse la longevidad humana. Todos los seres humanos compartimos 99,9% de nuestros genes. Eso explica por qué hasta los “superagers” -las personas nacidas con ínfimas diferencias genéticas que potencian la longevidad- casi nunca superan los 110 años de vida. (La supercentenaria francesa Jeanne Louise Calment fue un caso aparte y vivió hasta los 122 años, récord que sigue vigente).

Algunos animales superan holgadamente esa marca, señala Jan Vijg, genetista molecularde la Escuela de Medicina Albert Einstein. Los científicos conocen un solo método para que un humano viva 170 años, como las tortugas gigantes: convertirse en una tortuga gigante.

Expertos creen probable que alguien de nuestra especie marque un récord antes de que termine este siglo. Los estadísticos han observado que en las personas muy ancianas se produce “una meseta de mortalidad”: aunque las posibilidades de morir en cualquier momento aumentan con el paso de los años, esa posibilidad parece dejar de aumentar a partir de los 105 años. Superada esa meseta, cada año es básicamente como arrojar una moneda al aire: si sale “cara”, volveremos a cumplir años, y si sale “seca”, no.

Pero esa meseta de mortalidad es frecuente objeto de debate, porque si bien es cierto que el riesgo de morir se achata, eso no necesariamente implica que los supercentenarios actuales vivan más que los de antes. Susan Alberts, primatóloga de la Universidad de Duke, publicó un informe comparativo de la tasa de envejecimiento de los primates, incluido el humano. El informe revela que la máxima expectativa de vida de los humanos viene aumentando unos tres meses por año desde mediados del siglo XIX, pero que eso puede explicarse simplemente por la disminución de muertes en etapas más tempranas de la vida. Alberts descubrió que la tasa de deterioro durante la vejez se ha mantenido igual, al igual que en el resto de las especies animales. La investigadora también cree que la expectativa de vida máxima de los humanos puede seguir aumentando “si cada vez se evitan más muertes durante la juventud y mediana edad”, porque eso simplemente aumenta la cantidad de gente que llega a la vejez y, por lo tanto, que puede vivir realmente muchos años.

Alimentos para engañar el cuerpo

Ese estrés bueno para la longevidad puede lograrse a través de lo que comemos. En condiciones ideales, nuestros antepasados lograban un pico de energía y rendimiento con el consumo de carne roja rica en proteínas. Pero cuando las expediciones de caza fallaban y volvían sin ninguna presa, la gente recurría al consumo de plantas resistentes. Actualmente, si consumimos muchos vegetales, nuestro cuerpo infiere que hay escasez de proteína y se activan los genes de la longevidad. De hecho, y según el estudio de Harvard, esa dieta está asociada a una vida más larga. Tal vez no sea necesario volverse 100% vegetariano, pero para maximizar eso que los expertos en longevidad llaman “período de vida sana” (Healthy Life Expectancy, HALE, por sus siglas en inglés), al menos el 50% de la proteína debe provenir de fuentes vegetales, dice Longo, el experto en longevidad de la Universidad del Sur de California.

Longo aconseja que el resto de las proteínas provengan de pescados grasos de aguas frías, y moderar la ingesta de carbohidratos de almidón, como pastas y papas. La investigación también muestra que las personas mayores que consumen regularmente ese tipo de carbohidratos son más propensas al deterioro cognitivo. Es importante intentar reemplazarlos por legumbres o más vegetales, que contienen más fibra y minerales que los carbohidratos refinados, dice Kris Verburgh, gerontólogo nutricionista y autor de The Longevity Code.

Otra señal de escasez que parece activar los genes de la longevidad es la restricción de todos los alimentos que, según han demostrado décadas de estudios en animales, alarga la vida útil. Aunque el ayuno total con solo ingesta de agua durante varios días puede ser peligroso, se ha demostrado que las dietas que “simulan” el ayuno -planes a cinco días de mínima ingesta calórica que engañan al cuerpo haciéndole creer que está ayunando, pero que permiten algunos alimentos y nutrientes- son más seguras. Longo cree que estas dietas “desempeñarán un papel importante para llevar al máximo la longevidad”.

 

Con información de El Nacional

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