Aunque se ha demostrado que la transmisión por Covid se produce mayoritariamente por aerosoles, sigue siendo interesante, de cara a mantener una correcta higiene, la desinfección de superficies periódica.
Y en este punto, cabe preguntarse, ¿qué productos son mejores?
Un artículo publicado en The Conversation escrito por el microbiólogo de la Universidad de Salamanca Raúl Rivas repasa el origen del uso de jabón por parte de la civilización, por qué recurrimos a un producto u otro para limpiar y cuál es mejor, según la ciencia.
La clave es: depende de para qué. En concreto, el científico recomienda que antes de elegir un producto se piense primero en: “los microorganismos que queremos eliminar, la concentración y el tiempo de contacto recomendados, la compatibilidad de los desinfectantes químicos con las superficies que se tratarán, la toxicidad, la facilidad de empleo y la estabilidad del producto”.
Eso sí, antes de desinfectar, el microbiólogo propone que se limpie con agua y jabón la superficie o con algún tipo de detergente. “Esta actividad ayuda a eliminar los agentes patógenos o reduce considerablemente su concentración en las superficies contaminadas. Por eso es indispensable limpiar previamente a cualquier método de desinfección. Si no, corremos el riesgo de que la materia orgánica impida el contacto directo de un desinfectante con la superficie y anule las propiedades microbicidas o el modo de acción del producto”, explica.
Asimismo, el científico sostiene que “los factores que afectan a la eficacia de la desinfección incluyen la limpieza previa del objeto, la carga orgánica e inorgánica presente, el tipo y nivel de contaminación microbiana, la concentración y tiempo de exposición al germicida, la naturaleza física del objeto, la presencia de biopelículas, la temperatura y pH del proceso de desinfección. E incluso, en algunos casos, la humedad relativa”.
Y en cuanto a los tipos de desinfectantes a utiilizar, existen muchos, algunos tan corrientes como la lejía, señala: “La relación de desinfectantes químicos de uso corriente incluye entre otros al ácido peracético, el peróxido de hidrógeno, el alcohol isopropílico, el formol, el glutaraldehído, los compuestos de amonio cuaternario, algunos compuestos fenólicos, los yodóforos y el hipoclorito sódico”.
“Los productos a base de hipoclorito, como la lejía, pueden actuar como desinfectantes y sanitizantes a la vez, porque el hipoclorito tiene un amplio espectro de actividad antimicrobiana y es eficaz contra varios agentes patógenos comunes en distintas concentraciones. Por ejemplo, es habitual emplear productos a base de cloro cómo el hipoclorito al 0,1 % (1 000 ppm) para la desinfección general del entorno inmediato. O al 0,5 % (5 000 ppm) cuando se producen derrames cuantiosos de sangre y otros líquidos corporales sobre superficies”, concluye.
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