Sound of Freedom (El sonido de la libertad), es una película estadounidense sobre el tráfico global de menores, que superó los 100 millones de dólares, recaudados desde su estreno el pasado 4 de julio.
Este filme, de apenas 14 millones de dólares de presupuesto, no deja de batir récords. Solo en sus primeros nueve días la habían visto cuatro millones de personas. Y lo ha conseguido proyectándose únicamente en salas de Estados Unidos, lo que la coloca con diferencia como la película no asociada a un gran estudio más vista en los últimos tres años en este país, desde marzo de 2020, cuando empezó la pandemia, según datos de medición de ComScore.
Se ha colocado en el epicentro de la conversación cultural y hasta política en Estados Unidos, por su temática, la promoción que de ella ha hecho su protagonista, Jim Caviezel, y por las reacciones que ha suscitado.
Caviezel ha citado en estas semanas repetidamente a QAnon, un complejo movimiento nacido en internet hace un lustro donde tienen cabida casi todas las teorías conspiranoicas posibles que defiendan a la derecha, apoyen a Trump y hundan la imagen de los demócratas. También, las teorías que asocian a ciertas élites liberales con el tráfico de menores.
La distribuidora Angel Studios, quiere deshacerse de las etiquetas de conspiración y ha sacado un largo post en su blog, llamado “La verdad tras la película” donde cuentan cómo se gestó y cuáles de los momentos que se reflejan en el trabajo son pura ficción cinematográfica.
E insisten en sus comunicados en que “todo el que la haya visto sabrá que no tiene nada que ver con política ni con conspiraciones, sino que solo es una gran historia bien contada”.