Durante hora y media, Gustavo Dudamel no perdió la sonrisa. Y, pese a las mascarillas, los quince minutos de aplausos finales revelaron que el público tampoco la había perdido. El venezolano se metió a los asistentes en el bolsillo en el concierto inaugural de la temporada de la Ópera de París.
“Una celebración de la ópera”, así definió el venezolano este concierto inaugural, con el que quiso homenajear la obra más emblemática del repertorio francés, Carmen de Georges Bizet, y que enlazó con Manuel de Falla y las composiciones del argentino Osvaldo Golijov.
La Ópera de París estaba de gala, no únicamente porque lo exigía el código de vestimenta, sino porque era una ocasión de reencuentro y celebración. Se sentía el alivio del público, que cree por fin haber vuelto a la normalidad tras dos años fatídicos para la institución parisina: a los cierres por huelgas en 2019 y las continuas manifestaciones de los “chalecos amarillos” le siguieron los confinamientos por la pandemia.