|| Ramón Guillermo Aveledo
Estoy seguro que usted, como yo, no es indiferente a lo que pasa en el municipio donde residimos, en nuestra región, así como a su vinculación con lo que ocurre y lo que puede ocurrir en toda Venezuela. No quiero que nadie decida por mí y tampoco confío en la utilidad de dejar que aquellos con responsabilidad de gobierno y también los que aspiran gobernar, interpreten mi silencio.
Corro riesgo al definirme y votar, pero me parece que el riesgo es peor si no lo hago. Y si me permite una opinión, creo que esa opinión vale para todos.
No perderé la oportunidad de votar. No la pierda usted. ¿Cómo será de fuerte la imperfecta democracia que varias generaciones de lucha venezolana nos entregaron que sigue viva en nosotros? El espíritu democrático sigue teniendo el beneficio de la duda que le da esa esperanza a la que no renunciamos, a pesar de los pesares. Por más que lo intenten, sea la mandarria brutal o la sibilina daga no han podido arrancárnosla. El voto nos da una vía de expresarnos. Vía hoy más accidentada que nunca, tiene huecos y derrumbes, pero podemos abrirnos paso en medio de los escombros y entre todos comenzar las obras para que sea carretera y llegue a autopista, señalizada y mantenida por una institucionalidad confiable. El voto es secreto, personalísimo. Con él podemos enviar un mensaje. Un mensaje de verdad.
No perderé mi voto. No lo pierda usted. Mi voto, como en el pasodoble que cantaba Memo Morales, “ni se compra ni se vende”. Tampoco se regala ni se esconde, como quieren los que han trabajado maliciosamente para desprestigiarlo y así perdamos la confianza en ese pedacito de poder que sí está en nuestras manos. Engordarlo, como si fuera un terreno, no es negocio. Es lo contrario, valdrá más la próxima vez si empezamos a revalorizarlo ahora.
No votaré a la ligera. No lo haga usted. Vote a conciencia, pensando en lo que les conviene a usted y a su familia, en el derecho que tienen a vivir y progresar en paz y en libertad. Vote con su conocimiento de la realidad local y regional y con su legítima aspiración porque en nuestro país las cosas tomen otro rumbo, para bien de todos.
Es una lógica sencilla y clara. No recomiendo a otros lo que yo no haré. Votaré, no perderé mi voto dejándolo en mi casa o dándolo a quien no le veo chance de ayudar a un cambio, quiero que sea útil. Votaré a conciencia, responsablemente, por aquella propuesta que más se parezca al futuro que aspiro.