|| Ramón Guillermo Aveledo
Hace sesenta años, con Pérez Alfonzo a la cabeza, Venezuela fue clave en la fundación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo, iniciativa que con muchos esfuerzos e inteligente aprovechamiento de las oportunidades, cambiaría el mercado mundial de los hidrocarburos, sobre todo a partir de la Conferencia de Caracas en 1970. Hoy el mundo es otro y en el mercado energético se opera una transición trascedente para el futuro sostenible de la humanidad, pero que en los países de la OPEP estén el 43% de las exportaciones y el 81% de las reservas mundiales, sigue teniendo importancia.
Los hidrocarburos han sido factor determinante de la economía venezolana. Petróleo y gas están llamados a un papel crucial en cualquier estrategia de recuperación económica nacional hacia una economía necesariamente diversificada y productiva. En un país llamado a superar el rentismo, el manejo inteligente de sus recursos aporta a nuestras capacidades un valor incomparable.
En el liderazgo de Venezuela en Bagdad en 1960 y el peso ganado a lo largo de su desempeño petrolero, no solo incidieron nuestros niveles de producción y capacidad exportadora, otros había más grandes, contaron al respeto y la consiguiente autoridad generadas por la seriedad, el cumplimiento de la palabra empeñada, la comprensión política y visión, el profesionalismo en la estrategia, la táctica y la gerencia.
Hoy los retos son enormes. Tengamos el valor de aprender de nuestra propia historia.
El Estado es de todos y somos todos. La política petrolera fue siempre central en el debate nacional, desde la apertura a la muerte de Gómez. Las grandes decisiones fueron fruto de abundante estudio, intensas y extensas discusiones y de un momento en adelante, búsqueda de amplios consensos. Cada avance fue tema debatido y diversas posiciones expresadas con libertad, sustanciaron decisiones sólidas con resultados conocidos para el país y reconocidos a nivel internacional.
La situación actual de Venezuela, de su industria petrolera y el futuro energético del mundo, así como del papel que en ese contexto podemos jugar, imponen que volvamos a discutir en serio entre nosotros. En serio. Dentro de la Constitución, dejando de lado consignas y prejuicios, demagogia o precipitación, aprendiendo de aciertos y errores, mirando a profundidad nuestros retos y posibilidades para tomar decisiones con sentido estratégico perdurable, en beneficio de los venezolanos de ahora y de mañana.
