|| Ramón Guillermo Aveledo
Propio de la vida, sentimientos y actos, patriotismo y amistad forman parte de la lista buena de la humanidad. Positivos, constructivos. Sin embargo, no es infranqueable la línea que los separa de la otra lista, la negativa, la destructiva y tóxica porque convertidos en nacionalismos excluyentes y fanáticos o en amiguismos, pueden hacer mucho daño.
De patriotismo y amistad de calidad es la historia del libro 3 Venezolanos de ida y vuelta de mis estimados Emilio Nouel Velazco, Leandro Area Pereira y Oscar Hernández Bernalette, publicado en homenaje al primero de ellos, víctima del COVID 19, quien se presentaba en twitter como “Abogado de causas imposibles, escéptico optimista, desertor de todas las utopías y buscando puerto seguro después de tantos naufragios”, sana franqueza en estos tiempos revueltos.
Emilio, Leandro y Oscar servidores públicos leales a esta república principalmente en el campo de la diplomacia, profesores universitarios e intelectuales de corazón criollo y mirada universal, han tenido la ocurrencia de invitarme a presentar su trabajo a seis manos, convocatoria que acepto de buen agrado, porque valoro su venezolanidad limpia y porque estos tres amigos que entre sí lo han sido de toda la vida, también han sido los míos, de esos tesoros que una va encontrándose en el recorrido los descubre y aunque no los vea a cada rato, sabe que están ahí, que se puede contar con ellos porque hay una conexión espiritual una afinidad en el amor tenaz e inconforme por esta patria común y en el sitio, a la vez generosos y exigente que la amistad ocupa en la vida de los hombres.
Los tres son como quien escribe, de la plena mitad del siglo pasado, de la década de los años cincuenta. En Estados Unidos seríamos baby boomers aquí, como bien testimonian en su presentación, “Nacimos durante la dictadura militar que gobernó a Venezuela entre 1948 y 1958 pero somos fundamentalmente hijos estructurales de la democracia que se inició este último año”. Crecimos y nos formamos en clima de libertades. Imperfecto, ciertamente, pero libre, con amplias posibilidades para que el país avanzara en la construcción de instituciones, en acceso a educación y formación profesional cada vez más especializada, en apertura a la creación y el conocimiento, como ha quedado demostrado en el desempeño de nuestra varias veces millonaria emigración de este tiempo. Las asignaturas pendientes, que las hay, sólo podremos aprobarlas en democracia. No hay otra.