El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, planea hacer de los aranceles aduaneros la piedra angular de su política económica, a riesgo de generar interminables guerras comerciales de las cuales podrían ser víctimas los agricultores estadounidenses.
“Veo este nuevo mandato con mucha preocupación”, reconoce en diálogo con la AFP Michael Slattery, productor de granos en Wisconsin.
El primer gobierno de Trump estuvo marcado por fuertes alzas de impuestos a las importaciones, en particular sobre productos chinos, que llevaron a medidas de represalia por parte de Pekín contra productos agrícolas estadounidenses. Y a Slattery la jugada le costó caro.
Entre 2017 y 2018 sus ingresos cayeron más de 25.000 dólares al año, que fueron compensados en parte por una ayuda del gobierno que cubrió apenas la mitad de lo que dejó de ganar.
En aquel entonces, el presidente republicano había impuesto aranceles sobre 300.000 millones de dólares de productos chinos, para presionar a China a aceptar negociaciones comerciales que permitieran equilibrar la balanza comercial entre las dos potencias, ampliamente deficitaria para Estados Unidos.
Pekín respondió con medidas de reciprocidad, que golpearon en particular a la soja, que Slattery produce y cuyas ventas a China cayeron.
Según el Departamento de Agricultura, las exportaciones agrícolas perdieron 27.000 millones de dólares entre mediados y fines de 2019. De ese total, 95% de la caída se debió a China.
PÉRDIDA DE MERCADOS
“No teníamos dinero para pagar nuestras facturas, o incluso para simplemente vivir de nuestra producción”, explicó a la AFP Ted Winter, productor de cereales en Minnesota.
El costo fue también a largo plazo: los importadores chinos buscaron otras fuentes para abastecerse e incluso si el acuerdo comercial alcanzado en 2020, justo antes de la pandemia de coronavirus, hizo subir las exportaciones de productos agrícolas estadounidenses, los agricultores de la mayor potencia mundial perdieron partes de mercado.
“Los derechos aduaneros empujaron a nuestros clientes a encontrar en otros sitios los alimentos que necesitaban”, enfatizó Winter.
“Lo más preocupante es que esto puso en peligro décadas de trabajo para establecer relaciones comerciales”, añade su colega Slattery.
Ahora, Trump quiere ir incluso más lejos, con aranceles de 10 a 20% a todos los productos que ingresen a Estados Unidos, e incluso de 60% y hasta 100% en el caso de los productos chinos.
La medida pondría a los productos agropecuarios estadounidenses en la línea de mira de cualquier represalia comercial, esta vez, en todo el mundo.
En particular la soja y el maíz podrían ubicarse “entre los primeros blancos de los aranceles” de países extranjeros, estimaba en octubre un informe conjunto de asociaciones de productores de la oleaginosa y el cereal.
POCO CONFIABLE
Un apoyo federal podría permitir a los productores soportar el cambio por cierto tiempo, pero a largo plazo la pérdida de partes de mercado les perjudica, destacó el economista jefe de la Asociación de Productores Estadounidenses de Soja (ASA), Scott Gerlt.
El informe de las asociaciones de productores de granos anticipa que un nuevo capítulo de la guerra comercial con China significaría el retorno de los aranceles aplicados por Pekín a los productos estadounidenses, que desaparecieron con el acuerdo de 2020.
Ante esta perspectiva, se estima que la caída de exportaciones de soja estadounidense a China podría ser de más de 50% con respecto a los volúmenes actuales.
La competencia, en particular Argentina y Brasil, se beneficiará a largo plazo, con potenciales compradores en todo el mundo prefiriendo volcarse a países considerados más confiables como socios comerciales que Estados Unidos, advirtió Gerlt.
“Vimos a otros países abrir sus mercados, como Egipto por un tiempo, por ejemplo. Pero ninguno es capaz de reemplazar al mercado chino”, destacó.
A pesar de todo, las zonas rurales votaron ampliamente a favor de Trump, y en particular por los candidatos republicanos en las elecciones locales y al Congreso, con la esperanza de que su situación económica mejore.
La inflación en los últimos tres años, y sobre todo el aumento de precios de la energía, pesaron fuertemente sobre las finanzas del agro estadounidense.
Con información de EFE