|| Ramón Guillermo Aveledo
Llama la atención que un internacionalista victoriano hasta antier desconocido, salvo en los medios diplomáticos, políticos y académicos enterados de su profesionalidad y solvencia, ya sea identificado por la mayoría de los venezolanos y suba como un cohete en las encuestas de opinión como favorito en la contienda presidencial desigual convocada para julio, en la que los sectores alternativos al poder compiten con evidentes restricciones.
Por supuesto que en el fenómeno influyen un clima de abrumador deseo de cambio en paz, su sorprendente proclamación por unanimidad de la Plataforma Unitaria con el respaldo valioso de la ganadora de la primaria del 22 de octubre, generadora de un fervor popular indiscutible, cuya incidencia destaca cuando en la acera del frente la fase carismática inicial mutó a una burocrática. También incide que rápidamente se hayan sumado factores no participantes en la primaria opositora, algunos de ellos defensores de la tesis del consenso y otros por representativos de la disidencia del chavismo. Desde la derecha, la izquierda y el centro que es el espacio natural de Edmundo González Urrutia, le han llegado adhesiones múltiples, de diverso peso cuantitativo y cualitativo.
Afuera, donde es más fácil reconocer al veterano diplomático, sea por trato directo o por su dilatada trayectoria, su escogencia ha sido recibida como signo auspicioso del futuro del país que necesita recuperar la confianza internacional en sus posibilidades, para que haya relaciones constructivas, inversiones, crédito.
¿Dónde está la clave de ese éxito súbito?
Creo que lo esencial radica en la serenidad, el talante serio y afable de un candidato que aceptó la nominación que no buscó con el mismo sentido patriótico del deber con que sirvió por décadas al Estado. Alguien carente de obsesión de poder que concibe a éste como servicio. De repente, una figura pública que no ofende, que sostiene sus puntos de vista sin agredir, que no busca conflictos pues ve los problemas con la visión de quien les busca soluciones, que no ve al contrario como enemigo sino como adversario.
Edmundo es un venezolano de la provincia, educado en la escuela y el liceo públicos de su La Victoria natal y luego en la Universidad Central. Padre y abuelo amoroso, buen amigo. La gente va notando en él lo natural de esas cualidades y le provoca que tenga éxito por el bien del país. La serenidad de un tipo buena gente y competente le hace falta a este país cuya crisis es tan larga y dura.
Por eso, la consigna no es creación de publicistas, salió natural de abajo: Edmundo para todo el mundo.