|| Ramón Guillermo Aveledo
En el béisbol no existen límites de tiempo, salvo esos coyunturales que las nuevas reglas han fijado. La verdad es que sólo la proeza o la torpeza humana deciden un juego de pelota. En eso se parece a la vida. El béisbol transcurre más lento de lo que uno quisiera pero puede decidirse en instantes. El héroe de ahora por un batazo puede ser el villano luego porque se le va un rolincito entre las piernas. En eso se parece a la política que es lo más parecido a la vida que existe, aunque a unos les cueste comprenderlo y otros prefieran no hacerlo.
La política, como el béisbol, es un juego de fracasos. En los fracasos aprenden los que quieren aprender y los que no pueden evitarlo, así como hay otros que como decían los franceses de los Borbones, “Ni aprenden ni olvidan”. A gente que conocemos lo de aprender no se les da bien o simplemente, no se les da, aunque seamos justos, en las cosas de la memoria y el olvido, más que negados, son más bien selectivos.
Hace años, el presidente de la Cámara de Representantes del Congreso estadounidense, fanático creo de los Medias Rojas invitó a almorzar a un grupo de grandes estrellas del béisbol. Uno de ellos Warren Spahn dijo en sus palabras de agradecimiento “el béisbol es un juego de fracaso. Hasta el mejor bateador falla más o menos el 65% de las veces. Los dos lanzadores del Salón de la Fama que estamos aquí hoy -él mismo y Bob Gibson quien jugó en Venezuela para Oriente- perdimos más juegos de los que un equipo juega en una temporada completa. Sólo espero que ustedes en el Congreso tengan más éxito que lo que los peloteros tenemos”. Para quien no lo sepa Spahn es considerado el más grande pitcher zurdo de la historia del béisbol y con números asombrosos estuvo en las Grandes Ligas hasta los 44 años. Así abre George Will, su clásico libro. Al buen deseo sin ánimo retórico del pelotero, el ensayista político que también sabe y escribe de béisbol, responde que no y que los políticos lo saben. No hay bateadores de 400 en Washington. El comentario vale allí y en cualquier parte pues tampoco tienen parlamentarios y gobernantes que enfrentarse en tiempo real con mediciones objetivas de su desempeño en la pizarra.
En la misma obra, titulada Men at Work, Will, reseña que Wes Westrum, antiguo cátcher de los Gigantes de Nueva York y manager de los Mets, opina que el béisbol es como la misa “Muchos van, pero pocos entienden de que se trata”. Me parece que en la política pasa lo mismo.