Leo de un tirón “El Guionista de la transición” que un muy buen amigo, líder emergente de los que mucho prometen, me hizo llegar la pasada semana.
Prologada la obra por Juan Carlos I de Borbón, es una magnífica biografía de Torcuato Fernández-Miranda que recordando a Cicerón fue sobre todo un político “de muchas letras y no vulgares, sino extrañas y recónditas, de divina memoria, de mucha elegancia y cortesía, a todo lo cual agregaba lo integro y puro de su vida”.
El profesor del Rey junto a su discípulo y un paso atrás Adolfo Suárez llevaron de la mano a España desde el régimen franquista a una democracia ejemplo para occidente sin una víctima que lamentar, sin sobresaltos de importancia, sin violencia, sin un disparo, lo que es mucho decir en el reemplazo de un Gobierno que nació de la más cruenta guerra civil con el millón de muertos que proclaman algunos y casi cuatro décadas de ejercicio absoluto del poder. Parafraseando a Fernández-Miranda: sin que se derramara sangre y sin que los triunfadores de la contienda persiguieran al bando contrario.
“De la Ley a la Ley”
La democratización española fue posible en paz sin violar las leyes vigentes para la fecha y apegada a la voluntad popular. De las leyes fundamentales del Reino, que normaban los poderes de Estado durante el franquismo se pasó, tras un laborioso y complejo proceso marcado en innumerables ocasiones por el consenso y siempre por la tolerancia, a una Constitución inspirada en el espíritu de la libertad y justicia social.
No hubo atajos ni injerencias extranjeras y a las dos Españas, la de los vencedores y los vencidos, sucedió una sola en la cual los odios quedaron atrás.
Millones de venezolanos y venezolanas demandamos cambios que hagan posible un mañana mejor, un futuro de prosperidad generalizada de familias felices con hijos y nietos que se queden entre nosotros y nada los motive a marcharse de la tierra que los vió nacer.
No siempre de buena fé, algunos se han empeñado en alcanzar los cambios a salto de talanquera, a sacrificio de decenas, escalando en la confrontación y la violencia, procurando cercos que han degradado la vida del común, obviando la legalidad, ignorando las muchas posibilidades que existen, amenazando y empeñados en destruir a quienes se aparten tan solo un milímetro de sus proclamas, multiplicando rencores en un permanente ser que busca convertir lo existente en cenizas sobre las cuales erigirse. Nada han logrado.
El camino es la Ley. La herramienta es la Constitución y las Leyes y con ellas el favor popular que hay que ganárselo porque mientras más estudios de opinión reviso más me convenzo de cuanto desencanto hay, cuanto rechazo incluso sienten nuestros connacionales hacia quienes nos preciamos de dirigentes.
Son estos días de diálogo para asegurar la sostenibilidad de la paz que en los últimos meses hemos logrado, entre muchos, lo que es bastante.
Ganada la paz es imperioso alcanzar los cambios que harán posible una Venezuela diferente en la cual nadie quede al margen. Así será, ya lo verán.