Ramón Guillermo Aveledo
El viernes 4 el umpire –léase el CNE- cantó playball en esta campaña electoral presidencial inédita por varios motivos. El período formal es cortísimo, pero todos sabemos que hace rato comenzó. El poder que administra los tiempos y que decidió cambiar el árbitro el año pasado, ha usado y abusado del ventajismo, con muy escasos resultados en la opinión pública, a juzgar por los datos de cuanta empresa reconocida por su profesionalismo hay en este país de nosotros.
En el ambiente uno nota una enorme esperanza que por cierto crece y también una incertidumbre, cuya siembra ha sido una de las características de la estrategia del grupo en el poder, cuyo apoyo minoritario en la calle le ha aconsejado dos constantes que cuida celosamente. Una apunta a dividir a la oposición para fragmentar la mayoría de la población que aspira cambio. La otra a desanimar el voto de los ciudadanos, estimulando la desconfianza por varios métodos, entre los que están –favor tenerlo muy presente- su arsenal de bots y trolls en las redes, acompañados por activos partidarios suyos y por más de un opositor ingenuo que sin darse cuenta, cae en la trampa y repite la aparente noticia que es consigna disfrazada.
También hay que anotar que últimamente, las maniobras del adversario le han salido mal, en el sentido de que no han cumplido su objetivo, al menos en la proporción aspirada. Pero ¿es eso suficiente para pensar que se quedarán tranquilos? De ninguna manera. Preparémonos para el hecho de que, primero, insistirán en ellas por aplicar automáticamente al caso la misma lógica que a las medidas “revolucionarias” que en lugar de admitir su error original, prefieren creer que no han sido “suficientes”. Recuerden aquellos gritos “Así, así es que se gobierna” que coreaban cada metida de pata cuyos nocivos resultados ha pagado el pueblo venezolano entero. Y además, cabe esperar nuevos empujones, obstáculos, desvíos, para sacarnos de la vía electoral que por constitucional, pacífica y democrática no sólo es la mejor y más conveniente, sino la única al alcance de las venezolanas y los venezolanos. Recordemos el consejo sabio del maestro Pérez Olivares, “El verdadero motor de la historia es la participación”.
Y allí está la clave, el punto de encuentro entre la esperanza y la incertidumbre para que la línea no baje a la resignación abstencionista y siga hacia arriba a concretar lo deseado, es que cada uno de nosotros ejerza su responsabilidad. Edmundo González Urrutia que no lo buscaba, decidió asumir la suya y no vamos a dejarlo sólo.
Tengo fe en los venezolanos. La etapa a comenzar el 28 de julio en la noche será muy exigente para todos. De todos sin excepción, porque esta Venezuela que amamos nos pertenece a todos y a ella pertenecemos todos.