El Ejército israelí cruzó a principios de octubre la llamada Línea Azul y sostiene combates puntuales en el sur del territorio libanés con la milicia chií Hizbulá.
Esta organización, junto con el movimiento palestino Hamás en la Franja de Gaza, las fuerzas hutíes del movimiento Ansarolá en Yemen y las milicias proiraníes de Irak y Siria, forma parte del llamado Eje de resistencia contra el Estado hebreo en Oriente Medio y lleva un año lanzando cohetes a las zonas del norte de Israel.
La incursión terrestre siguió a dos oleadas de detonaciones de dispositivos de control remoto a lo largo del Líbano y una campaña de bombardeos aéreos para descabezar a Hizbulá, cuyo dirigente histórico, Hasán Nasralá, murió en un ataque con bombas antibúnkeres sobre un edificio residencial de Beirut. La capital libanesa no sufría bombardeos israelíes desde la guerra de 2006.
Para el 3 de octubre, la escalada del conflicto entre Israel e Hizbulá dejó casi 2.000 muertos, entre ellos 127 niños y 261 mujeres, y unos 9.400 heridos, según el Ministerio de Salud libanés.
También cinco cascos azules de la Fuerza Interina de las Naciones Unidas en el Líbano (Finul) resultaron heridos en octubre, en tres ataques separados que el Ejército israelí lanzó contra sus posiciones próximas a las instalaciones de Hizbulá.