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martes 3, septiembre 2024

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¿Por qué nos reímos cuando nos hacen cosquillas?

|| Redacción El periodiquito

Las cosquillas son un claro ejemplo de sentimientos encontrados. Cuando nos las hacen no podemos parar de reír, pero, a la vez, estamos deseando que dejen de hacérnoslas. En el fondo son molestas. Pero entonces, ¿por qué nos reímos? De hecho, esa pregunta no es el único misterio que envuelve a las cosquillas.

También resulta curioso que no podamos provocárnoslas a nosotros mismos. O incluso que la mayoría de personas se rían más cuando las reciben en el lado derecho. Todo esto parece tener una explicación evolutiva. No es seguro, pero hay ciertas hipótesis sobre ello. De cualquier modo, antes de llegar a ese punto, vamos a ver cuáles son las zonas del cerebro que intervienen en ellas. Conocerlas resulta muy revelador con respecto a la explicación evolutiva de su aparición.

Las cosquillas no son divertidas En 2013, un equipo de científicos de la Universidad de Tübingen, en Alemania, realizó un estudio en el que se comparaban los efectos de escuchar un chiste o recibir cosquillas. Dado que ambas cosas nos producen risa, habría sido esperable que se activasen las mismas áreas cerebrales. No obstante, lo que encontraron fue mucho más sorprendente.

En el experimento participaron 30 personas, a las que se analizó su actividad cerebral mediante resonancia magnética durante las dos acciones mencionadas: chiste o cosquillas. Tanto en un caso como en el otro se activó un área conocida como opérculo de Roland. Esta es una región que controla los movimientos vocales y faciales asociados a las emociones. Es el caso de la risa, por supuesto. ¿Pero qué emociones generaban esa risa? En el caso del chiste, fue la zona que más se iluminó, pero durante las cosquillas también tomó gran relevancia la actividad en el hipotálamo.

Ahí se genera el deseo primitivo de escapar del peligro. Esa sensación de alerta que todos tenemos de forma innata y nos hace huir antes de que las cosas se pongan feas. Dicha necesidad de huir está muy asociada a la ansiedad, ya que todos sus síntomas, desde las palpitaciones hasta la rigidez muscular, están asociadas con la respuesta del cuerpo para huir o luchar ante una señal de alerta.

Según los científicos que realizaron aquel estudio y otros muchos que lo han analizado después, su hallazgo sirve para explicar el posible origen evolutivo de las cosquillas. Y es que, quizás, eran una forma de mostrar sumisión ante un competidor o un depredador. Si ante una sensación tan incómoda como las cosquillas nos revolvemos y nos ponemos violentos, podemos generar más violencia al otro lado. Pero si nos reímos, demostramos que estamos totalmente sometidos.

Lógicamente, esto no tiene mucho sentido hoy en día. Sin embargo, si en el pasado había que luchar con otro homínido para decidir quién se quedaba en la última cueva, mostrar sumisión podría ser la diferencia entre vivir o morir. Pero entonces, ¿son dolorosas? Hay dos tipos de cosquillas. Por un lado, la kmismesis es una ligera irritación por contacto causada en un área sensible. Es lo que ocurre cuando nos hacen cosquillas suaves. También podemos sentirlo por el roce de un pelo o incluso el caminar de un insecto.

Por otro lado, la gargalesis se produce cuando nos infringen una presión mucho mayor en áreas sensibles. Por ejemplo, al presionar con los dedos a los lados del torso, un poco más arriba de las caderas. Ambas, en realidad, son sensaciones dolorosas, sobre todo la segunda. De hecho, las señales que se generan ante esa presión en la piel, más o menos pronunciada, viajan por las mismas vías nerviosas que las que causan dolor. El hipotálamo también procesa la información de un estímulo que puede ser doloroso.

Por eso, en realidad, en todo momento se está estimulando una sensación de dolor. Si nos reímos es por ese impulso evolutivo de sumisión. ¿Por qué no nos podemos hacer cosquillas a nosotros mismos? No tiene sentido que nos riamos con nuestras propias cosquillas, porque sabemos que generalmente no somos un peligro para nosotros mismos. Intentamos hacernos cosquillas para hacernos reír, pero no lo conseguimos porque no tenemos esa necesidad evolutiva de reírnos. Ahora bien, ¿cómo sabe nuestro cerebro que la presión la hemos ejercido nosotros? La respuesta a esta pregunta está en un fenómeno conocido como descarga corolaria.

Cuando llevamos a cabo cualquier movimiento, nuestro cerebro ordena a la parte del cuerpo en cuestión que se mueva. Pero a su vez se envía otra señal. Una especie de acuse de recibo que garantiza que la señal se ha enviado correctamente y que ha sido nuestro cerebro el que la ha impulsado. Esto lo media el cerebelo y es importante en casos como el de las cosquillas. Para cuando nuestro cerebro recibe la señal de que estamos presionando la piel, también le ha llegado ese acuse de recibo de que hemos sido nosotros quienes hemos decidido realizar el movimiento.

Por lo tanto, se anula la respuesta del opérculo de Roland. No es necesario reírse. Una señal de que esto es cierto es que las personas con esquizofrenia o con rasgos asociados a la enfermedad sí pueden hacerse cosquillas a sí mismas. Se sabe que estas personas tienen fallos en el sistema de descarga corolaria. Por eso, a veces sienten que lo que ellos mismos hacen lo está haciendo otra persona. Y por eso pueden reírse con sus propias cosquillas.

¿Tienes más cosquillas en un lado que en el otro?

Algo curioso es que hay muchas personas que sostienen que tienen más cosquillas en un lado que en el otro. Concretamente parece que tienen más en el derecho. Puede parecer extraño, pero lo cierto es que es un fenómeno que se ha estudiado científicamente. Se cree que puede estar relacionado con diferencias en la forma en que cada hemisferio procesa las emociones. No obstante, se necesita más investigación para saberlo con seguridad. Lo que está claro es que si nos reímos con las cosquillas no es porque sean divertidas, sino para salvar la vida. Vale, esto ahora suena muy dramático, pero en el pasado tenía todo el sentido del mundo.

 

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