||Ramón Guillermo Aveledo
El mundo sigue atento y expectante la tensión en la frontera entre Rusia y Ucrania. Las movilizaciones militares, la agresiva retórica y las posiciones que parecen intransigentes, están a toda hora en los noticieros de los canales internacionales. Cuando pasan los días y se mueven las diplomacias e incluso cancilleres, presidentes y primeros ministros, uno tiende a pensar que al pulso entre potencias se resolverá por las vías de la política. Pero el peligro no pasa y con tanto armamento desplegado en ecosistema de tan arraigados temores, cualquier chispa puede convertirse en incendio.
Putin, cuya política atiene a una noción del poder que no comparto, especula con un tema que tiene en la mentalidad e historia rusas raíces hondas y ofrece materia prima para inflamar con facilidad el patriotismo. Varias veces invadida, Rusia está obsesionada por la seguridad de sus fronteras. El expansionismo hegemónico de Stalin, lo siguieron los demás líderes soviéticos, pero no lo inventó. Ya antes, quien sería el Zar Alejandro II concebía una Europa Paneslava del Pacífico al Adriático hasta dominar Occidente. Deseoso de reconstruir el poder de Moscú, su actual gobernante cuida símbolos de su poderío y los ancla en aguas históricas.
Europa, conocedora de estos antecedentes, no puede darse el lujo de ignorarlos. Y para Estados Unidos estar al lado de sus aliados es irrenunciable. Occidente que no desea esa confrontación, nunca sin embargo querrá dejar sola a Ucrania ni afrontar las implicaciones que eso pueda tener para las bálticas Letonia, Estonia y Lituania, así como Polonia, Bulgaria, Eslovaquía, Rumania y Hungría, todas partes de la Unión Europea. Si estos estados soberanos se sienten indefensos, habrá efectos desequilibrantes.
Por aquí hay quienes creen que tal o cual desenlace, incluso el escalamiento del conflicto podría favorecer alguna opción política. Deformaciones del “monotema” que llama Garavini. Como si la paz, la solución pacífica de las controversias y el respeto a la vida y los derechos de las personas en cualquier parte del mundo pudieran sernos indiferentes. Una necedad.
Lo que nos corresponde es estar por que la diplomacia construya garantías para la seguridad de todos, en el marco de la vigencia del Derecho Internacional para la legítima aspiración humana a la paz y la libertad. En Ucrania, en Venezuela y en donde sea.