||César Méndez Campero
El pasado domingo 1° de octubre quedó grabado en la memoria del colectivo venezolano diseminado alrededor del globo terráqueo.
Aquel día, Miguel Cabrera, el mejor pelotero venezolano de la historia, todo un héroe nacional, puso fin a su carrera deportiva de 21 años en medio de una serie de emotivos actos ceremoniales.
El capítulo final tuvo al maracayero cubriendo la primera base y en el primer lance tomó roletazo y sacó el out sin asistencia. Acto seguido el manager de los Tigres de Detroit, AJ Hinch acompañado por los tres hijos del toletero derecho entraron al terreno para ordenar su reemplazo, con abrazos y ojos vidriosos. Así entre ovaciones y apretones de manos culminó un trayecto que en cinco años debe ponerlo directo en el Salón de la Fama de las Grandes Ligas.
Esa misma tarde otro oriundo de Venezuela recibió sonora ovación en el estadio de los Bravos de Atlanta, con los asistentes coreando MVP, MVP!!! Ronald Acuña Jr abandonaba su puesto en el jardín derecho para ser sustituido en el año en que logró el 40-70 y dejó contundentes estadísticas ofensivas. En su camino al dogout hasta los rivales le saludaron con respeto.
Ese domingo, se consumó otro hecho histórico, pues el yaracuyano Luis Arráez se coronaba oficialmente campeón bate de la Liga Nacional, un año después de haberlo hecho en la Liga Americana. Nunca antes en más de 100 años de historia de las Grandes Ligas, bateador alguno había ganado el título de bateo en años consecutivos en ligas diferentes.
Así, Venezuela vivió un domingo de película, que fue coronado en un campo de fútbol de Buenos Aires, por el delantero Salomón Rondón quién marco el gol de la victoria de River Plate sobre su acérrimo rival Boca Juniors por 1-0 a domicilio en el Superclásico de América.
