|| Ramón Guillermo Aveledo
Creo en el futuro de nuestro país. Mi optimismo no parte de ignorar las dificultades del presente, con su crisis larga, ancha y profunda, tampoco porque idealice el pasado al punto de repetir ese lugar común que no comparto de que “éramos felices y no lo sabíamos”, porque valorar y en ciertos aspectos añorar, la Venezuela que hemos sido no implica ignorar sus carencias. Mi optimismo es realista pues consciente de nuestros problemas, agravados en estos años de desatino y de nuestras asignaturas pendientes como sociedad, sé que tenemos los recursos humanos y materiales para superarlos y proyectarnos como una sociedad libre, próspera, justa, moderna.
Me gusta hacer mía la autodefinición de Serrat que alguna vez leí, “Soy un pesimista esperanzado”, acaso mejor avenida como mi talante centrista, por ajeno al extremismo, y reformador, por ajeno al espíritu revolucionario, sea éste comunista o fascista. Soy, como se sabe, humanista cristiano. Sé que somos imperfectos, falibles, pero también que somos capaces como especie de logros fantásticos, como está demostrado. Con relación a Venezuela puede decirse que esa actitud me basta para considerarme optimista.
En estos años, mi dedicación principal ha sido la docencia y la escritura, para ello me han servido mucho las décadas en las que esas vocaciones debía arrinconarlas por una absorbente por dominante que es la política. Sin ella y sin los viajes por nuestra geografía que de la mano de papá, hice desde muy temprano, mi comprensión de lo que he estudiado y enseño sería muy inferior.
Aparte de la universidad, desde 2011 en la dirección del Instituto Fermín Toro, he estado en contacto con legisladores nacionales, estadales y municipales de todo el país. Funcionarios ejecutivos de estados y municipios, hombres y mujeres de todas las edades, mayoritariamente jóvenes, de todos los sectores sociales, de los partidos y de la sociedad civil, del barrio, la urbanización o el campo, ciudadanos de a pie y aspirantes a líderes. Cursos, talleres, coloquios, foros, clubes de lectura abiertos a todo el que quiera participar, sin discriminar. El objetivo, desarrollar una conciencia cívica informada en cuanto a derechos y responsabilidades, para así ayudar a que seamos una democracia cada vez mejor.
Conocerlos y comprenderlos es alentador. ¿Ignoran muchas cosas? sí, pero quieren aprender. No se conforman con la realidad y quieren cambiarla. Se van dando cuenta de las dificultades que la defectuosa institucionalidad añade a nuestros problemas y quieren hacer algo.
En los Andes y el Llano, en el Zulia y en Oriente, en la capital y en mi región centro-occidental, en el Centro y en Guayana, en todas partes me encuentro con muchachos y muchachas que trabajan, estudian, piensan, crean. También con adultos generosos dispuestos a ayudarlos a encontrar el camino.
¿Estamos mal? Nadie sincero puede negarlo, pero tenemos con quién buscar qué y cómo. Por enseñármelo, se los agradezco.