Brasil ha crecido cerca de un 3%, pese a que todas las previsiones apuntaban a un escaso 0,6%.
El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, cumple un año en el poder con la economía encaminada, el país de regreso a todos los foros globales y, sobre todo, con la democracia y el clima político interno pacificados.
“Unión y reconstrucción” ha sido el lema adoptado por Lula para el mandato que asumió el 1 de enero tras cuatro años de gestión de la ultraderecha del expresidente Jair Bolsonaro, un movimiento radical que no aceptó la victoria electoral del líder progresista y hasta intentó derrocarlo ocho días después de su investidura.
El asalto simultáneo a las sedes de la Presidencia, el Parlamento y la Corte Suprema del 8 de enero ha sido considerado “el más brutal atentado contra la democracia” desde el golpe militar de 1964 por la Justicia, que imputó a unos 2.000 ultras y ya ha condenado a una veintena a penas de hasta 17 años de cárcel.
El “regreso al mundo”
Algunas de sus primeras decisiones fueron reintegrar a Brasil a la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), y restablecer las relaciones con Venezuela, congeladas por Bolsonaro.
Consolidar la recuperación económica con acento socioambiental
Este año, con el Estado como “inductor de la economía”, se calcula que Brasil ha crecido cerca de un 3%, pese a que todas las previsiones apuntaban a un escaso 0,6%.
Ese resultado se ha dado con una inflación controlada en torno al 4,5%, las tasas de interés a la baja y en un 11,7%, y el desempleo por debajo del 8%.
Para 2024, el Gobierno espera un crecimiento del 2,5%, aunque el mercado y los organismos internacionales apuntan a un 1,5%.