Tendemos a considerar la alegría, el miedo o la tristeza como emociones exclusivas del ser humano, pero la ciencia nos está descubriendo paso a paso que esta afirmación es del todo incorrecta.
El 7 de julio de 2012, un grupo internacional de neurocientíficos se reunió en la ciudad inglesa de Cambridge y elaboró la conocida Declaración de Cambridge sobre la Consciencia. Resumidamente, los expertos establecieron que nuestra especie no es la única en poseer la base neurológica que da lugar a la consciencia. Es decir, los animales no humanos tienen capacidad para sentir y, por lo tanto, pueden comportarse con intención.
Eso se aplica también a la capacidad de experimentar el sentimiento que aquí nos ocupa: la ansiedad. Tanto en perros como en personas, es simplemente una forma de responder ante ciertas situaciones problemáticas. Pero cuando supera cierta intensidad o desborda la capacidad de adaptación, se convierte en patológica.
La ansiedad se pone en marcha cuando el perro tiene una expectativa de que algo malo va a ocurrir. Esto hace que se active el sistema nervioso simpático, responsable de las respuestas del organismo ante situaciones peligrosas o estresantes y de que el animal manifieste una conducta intensa.
|| Con información de El Nacional