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viernes 26, abril 2024

VIVE LA NOTICIA A TRAVÉS DEL DIARIO LÍDER DEL ESTADO ARAGUA Y LA REGIÓN CENTRAL DEL PAÍS

Se cumplen 80 años de la liberación de Kiev, la capital del país que Hitler quería convertir en “el granero” de la Europa nazi

Kiev, la capital ucraniana observada por el mundo en estos tiempos debido a la guerra que inició Rusia el año pasado, es una de las ciudades más importantes y antiguas de Europa. A lo largo de sus más de 15 siglos de historia cambió de manos y vio pasar a tártaros, eslavos, polacos, cosacos y alemanes, entre otros. El recuerdo de estos últimos es especialmente doloroso, debido a lo ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial.

Sigue siendo motivo de controversia entre los historiadores el llamado “colaboracionismo ucraniano”, la ayuda local a distintos niveles que recibió la Wehrmacht en la ocupación de la por entonces República Socialista Soviética de Ucrania, todo en pos de liberarse del yugo comunista. Más allá de esta discusión, que recobró fuerzas en los últimos tiempos debido a la invasión ordenada en febrero de 2022 por Vladimir Putin, lo cierto es que hace ocho décadas la actuación de los ocupantes nazis hizo que la mayoría de los ucranianos terminara por recibir más tarde como liberadores a los soldados del Ejército Rojo.

El maltrato y la brutalidad de las tropas de Adolf Hitler en Ucrania incluyó la ausencia de autonomía ucraniana real bajo dominio alemán, la deportación masiva de personas al interior de Reich para ser usadas como mano de obra esclava y la masacre cientos de miles de judíos. Se estima que aproxidamente un millón y medio de judíos de Ucrania fueron deportados y exterminados. De hecho, una de las peores matanzas de toda la guerra ocurrió en Babi Yar, un barranco en las afueras de Kiev, donde en distintas jornadas los nazis asesinaron a entre 100 mil y 150 mil judíos, prisioneros de guerra soviéticos y partisanos.

En cuanto a la posibilidad de una Ucrania “autónoma” tras la conquista nazi, seguramente los dirigentes locales desconocían el pensamiento del Führer. En la planificación alemana de la Operación Barbarroja (el ataque a la vieja URSS), el destino del territorio ucraniano era el de ser explotado como “el granero” de la Europa hegemonizada por el Tercer Reich. El futuro pensado por los nazis para sus pobladores tampoco era precisamente promisorio. Para entender cuáles eran las ideas de Hitler para los ucranianos alcanza con leer la forma en que se expresaba sobre la cuestión.

Martin Bormann, jefe de la Cancillería del partido nacionalsocialista y secretario de Hitler, dispuso que se registre tan fielmente como sea posible el pensamiento de su jefe, surgido de los largos monólogos que este solía lanzarle a sus invitados y miembros de su séquito durante la sobremesa. Hitler no estaba convencido, pero terminó aceptando con la condición de que los escribientes sean de su confianza y de que pasasen desapercibidos. Si bien las anotaciones de las conversaciones privadas de Hitler abarcan periodos cortos de la guerra, llegó hasta nuestros días aquello que decía sobre Ucrania en septiembre de 1941, pocos meses después de comenzada la ofensiva en el este y en los mismos días en que la capital ucraniana caía en manos de los nazis.

Para el líder nazi, Ucrania serviría como fuente de alimentación de los súbditos del Reich y de sus países aliados, mientras que la población local sería condenada a sufrir las consecuencias, siendo tratados como una colonia, que ni siquiera tendría la necesidad de una educación básica, solo de una “semicultura”.

“Los pueblos eslavos no están destinados a vivir una vida propia. Lo saben y haríamos mal en persuadirles de lo contrario. Nosotros somos los que creamos en 1918 los países bálticos y Ucrania. Pero hoy no tenemos ningún interés en mantener los estados bálticos ni en crear una Ucrania independiente. Tampoco soy partidario de que haya una universidad en Kiev, más vale no enseñarles a leer”, decía Hitler por aquellos días.

“El espacio ruso es nuestra India. Lo mismo que los ingleses, dominaremos este imperio con un puñado de hombres. Sería un error pretender educar al indígena, todo lo que podríamos darle es una semicultura. A los ucranianos les proporcionaremos pañoletas, cuentas de cristal y todo lo que les gusta a los pueblos coloniales. Los alemanes, esto es esencial, deberán constituir entre sí una sociedad cerrada como una fortaleza. El último cochero nuestro debe ser superior a cualquier indígena”.

Con información de la Patilla

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